jueves, 4 de noviembre de 2010

Once.

- ¿Puedo pasar?––esa voz no era la que estaba esperando no, esa voz resultaba relajante, su voz era un estimulante para disminuir todo lo malo de mi alrededor.
- Claro, pasa ––respondí, demasiado tarde pensé en que llevaba el pijama y tenía que estar hecha una birria. Me tapé con la sábana hasta arriba y miré a Bieber que sonreía de oreja a oreja.
- Necesitas cambiarte, cierto ––dijo riendo, se dio la vuelta y salió de la habitación. Me quedé parada mirando la puerta de mi dormitorio.
Habrá personas que crean que todo lo que me sucede es mágico, un cuento de hadas. En los cuentos de Disney las espectátivas que tienen "las princesas" hacía su príncipe son demasiadas altas, las mías habían sido "un tío que me dé el dinero suficiente para arrascarme el coño, y luego, buscar el amor verdadero". Por entonces, seguía pensando de la misma manera y tenía claro que Justin Bieber era "el príncipe" que me sacaría de todo esto, mi madre no hubiera buscado a ningún otro habiéndose encontrado con Bieber en su camino, siempre que no hubiera atracción.
Me recordé que me esperaban, dí por sentado que Jasmine no fue a buscar a Austin por el simple hecho de estar molesta conmigo; no me importaba, mi futuro me esperaba. Me levanté de la cama y fuí al almario, que más bien era una mini-habitación. Busqué algo corriente, pero todo era espectacular; Jasmine seleccionaba cada prenda con verdadera astucia, encontré unos pantalones no muy estrecho y logré coger una sudadera rosa. Me recogí el pelo en dos coletas y me eché el flequillo para atrás con las orquillas.
Había unas bambas rosas y blancas y me las puse, eran justo de mi pie.
Salí de la habitación y bajé, Bieber estaba en el sofá color crema que había en el lado derecho del salón, Jasmine y los demás les acompañaban pero yo centré la mente en él.
¿Qué debía hacer primero para atraer su atención?
No tuve que demorarme mucho pensando, él por si solo me miró sin más y sonrió, le devolví la sonrisa.
- Jasmine, ¿dónde está papá? 
––le pregunté a mi hermana sin apartar los ojos de Just.

- Creo que en la cocina, no sé, búscale ––respondió, sé perfectamente que me miró, cada minuto aprendía mejor la forma de actuar de mi hermana.
- Gracias por no ir en su busca hermanita ––miré al suelo y salí de allí. Austin, cómo había dicho Jasmine, se encontraba en la cocina con Alex, la criada más reciente de la casa.
- Hola cielo, ¿cómo estás? ––preguntó mi padre con esa sonrisa, cada vez que me sonreía la frente se le llenaba de arrugas, las canas ya se le asomaban por su pelo que hacía años había sido de un rubio dorado.
- Hola papá, muy bien. Gracias por preguntar, ¿podemos hablar? ––intenté sonar indiferente, ahora que no estaba Bieber por mis alrededores tenía de nuevo la sangre agolpeándome las paredes de las venas.
- Claro Bárbara ––repuso él, supuse que había sonado bien.
Alex me miró y salió de la cocina agachando la cabeza.
- ¿Qué sucede? 
––preguntó una vez la puerta corredera se cerró.

- Verás, papi. Yo con quince años dejé el instituto, entonces al llegar aquí Jasmine me dijo esta mañana que tenía que retomar mis clases con una tutora particular, cómo tú te darás cuenta mi nivel y mi poco interés desaparecieron hace año y medio... No quiero estudiar ––me expliqué con franqueza y utilizando términos medios, para que sonará mejor.
- ¿Eh? ––no había entendido nada, me quedó claro cuando su cara se descompuso por segundos, luego recuperó su habitual rostro.
- A ver... que puedes meterme a que me den clase después de un año y medio haciendo lo que me diera la gana por ahí.
- Ah... bueno, quizás tengas razón. Tú no necesitarás estudios.
¿No los necesitaba? Báh, poco me importaba lo que esté tuviera planeado.
- Pues eso, papá.
- Bueno, vete con tus amigos. Jasmine tiene que estudiar.
- Gracias por escucharme papá.
Salí de la cocina con la sonrisa en la boca, había ganado.
En el salón todos seguían igual que antes, esta vez me fijé más en cómo iban vestidos.
Había una chica castañita de ojos claros y otro chico más rubio y con ojos azules; dí por sentado que aquellos eran Caitilin y Ryan.
Jasmine se levantó.
- Bueno chicos, es hora de despedirnos. Bárbara y yo empezaremos con las clases en unos minutos 
––anunció.

- Esto, Jasmine. Yo no daré clases, ya hablé con Austin y está totalmente de acuerdo en que no las necesito ––repuse, todos me miraron y me sonrojé.
- ¿Qué? ––preguntó.
- Que yo no doy clases. Eh, ¿adónde vais? Ahora no tengo nada que hacer ––miré a Just.
- No, tú también tienes que estudiar aquí, no es justo que te largues por ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario