viernes, 26 de noviembre de 2010

Veinte.

Todo se volvía más especial, cada momento que compartía con Just era más sensacional. Mis sentimientos, mis emociones... crecían. Just se volvía en mi droga, una adicción de la que creía que podría alejarme en cualquier momento, una presunción errónea.
El camino en el coche había sido palpitante a pesar de todo.
Justin y sus preguntas eran excitantes, me gustaba pasar tiempo con él.
- Ya hemos llegado, espera que te orientaré. Tienes que caminar un poco ––dijo con voz suave y aterciopelada. Sonreí estúpidamente.
Escuché como me abría la puerta, sus manos me sujetaron. Bajé del coche torpemente. Sentir sus manos en mis caderas era algo estimulante.
Justin guiaba mis pasos, me sobrecogía la idea de que me soltará.
- Espera––susurró cerca de mi oído.
- ¿Ya hemos llegado? ––pregunté disgustada.
- No, pero esto resbala ––repuso.
Noté como cambiaba de posición, se colocó delante de mí.
- Vas a tener que confiar mucho más en mí ––me sostuvo las manos. Tragué saliva.
- ¿Qué tengo que hacer? ––pregunté suspicaz.
- Una bajada ––contestó.
- ¿No puedes quitarme ya las vendas? ––vacilé un poco.
- Confía en mi... ––imploró.
- Esta bien... ––terminé accediendo..
Just fue bajando poco a poco, sujetándome. Mis oídos percibieron nuevos sonidos, era como el de un arroyo. ¿Un arroyo en Nueva York? Debía de estar desorientada, demasiado.
Mi pie patinó, Just que no me estaba sujetando con firmeza se fue resbalando conmigo hasta que se sostuvo firme y me quedé apoyada a su cuerpo.
- ¿Estás bien, te duele algo? ––preguntó desasosegado.
- Déjame quitarme esto Justin ––casi grité agitada, sus manos sostuvieron a las mías.
- No, aún no. Te prometo que no volverá a ocurrir ––afirmó.
- Por favor, haz esto ligero ––rogué.
- Fíate de mi ––susurró.
- Lo intento.
Volvimos a la bajada, yo seguía a ciegas, ahora más despavorida que antes.
En un momento Justin me soltó, todos mis sentidos se nublaron y me llevé las manos al corazón. ¿Podría haber perdido el equilibrio y no haberlo escuchado?
- Queda poco ––sus manos volvieron a sujetarme las caderas.
Mi corazón se achicó.
- No vuelvas a meterme esos susto ––mormuré sobreponiéndome.
- No temas, nunca dejaré que te suceda algo ––musitó.
Quería quitarme la venda cuanto antes, me daba miedo la oscuridad.
- Sigamos ––Just me empujó suavemente, volví a caminar, esta vez más previsora.
El suelo ya no resbalaba, y creí que todo era homogéneo.
- ¿Queda mucho? ––pregunté tras un buen rato caminando.
- Ya hemos llegado ––contestó.
- Pues quítame la venda ––objeté.
- Cuenta conmigo.
- ¿El qué quieres que cuente?
- Los segundos.
- ¿Para qué? Just, quítamela ya. 
- Está bien.
Sus dedos desataron la atadura de la venda y mis ojos quedaron sin ellas.
Tuve que parpadear varias veces para acostumbrarme a la luz.
Miré a mi alrededor maravillada, verdaderamente si me encantaba.
No sabía donde estaba, pero había una cascada, con un pequeño arroyo... y solitario... ¡En Nueva York! Algo increíble, ¿verdad?.
- Just... esto es... extraordinario ––dije fascinada.
- ¿Lo sientes? ––preguntó sin más, me giré para mirarle. Me perdí en una mirada embrujada. Sus ojos penetraban más en los míos.
- ¿El qué? ––pregunté maravillada con su mirada.
- Que estamos conectados, siento tu corazón, late al compás del mío. Siento tu alma, la veo a cada segundo que miro tus ojos. ¿Sientes todo lo que te siento?
Mi adoración por aquel ser se volvió tan fuerte en aquellos días, que en aquel momento, en aquel segundo, en aquel instante perdí toda la capacidad de mi mente.

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