jueves, 30 de diciembre de 2010

Treinta y cuarto.

Decidí sentarme en el sillón y esperar pacientemente a que llegará la hora de las visitas, quedaría como un cuarto de hora más o menos.
Comencé a andar en dirección al sillón mirándolo firmemente, pensé en tener la mente en blanco... pero cuando llegué a su lado me paré en seco y quedé como un estúpido plantado en aquel lugar mirándola a ella.
Era irracional, pero no podía seguir.
Rendido, me acerqué más a su camilla y dejé un espacio de un paso entre ella y yo. De pie, la miré fijamente.
Intenté decirme a mi mismo que no valía la pena estar así por ella, que ella no valía nada... Pero la razón no mandaba en mi corazón.
Todo el mundo tiene al menos una flaqueza, la mía eran varias; mi familia y la mayor de todas, ella.
Mi debilidad era ella, todo lo que sentía por ese ser era grande, indiscutiblemente poderoso y hermoso. Aunque me hiciera daño nunca podría dejar de amar a ese ser, nunca podría decirle a cualquier petición que me llegará de su parte un; NO.
Se puede decir que debería de aprender una lección de todo esto, ¿sabéis cuál encontré yo? Que nunca jamás me rendiría, que todo lo que había visto en ella, cuando perdía la compostura, cuando me sonreía, cuando había llorado... Todo aquello, no podía ser inventado. Tenía que ser real, estaba seguro de que lo era, no me iba a rendir por que ella hubiera dicho lo contrario.
Pueden decir que estaba ciegamente enamorado, pero ciego no era. Lo veía claro, en mi corazón. 
Yo creí desde un principio que ella era manipuladora, pero también había visto que aveces perdía el rumbo y dejaba de maquinar todo.
Acaricié una de sus mejillas.
Estaba más blanca de lo que era, pero seguía teniendo un sonrojado color en sus bonitas mejillas.
Su rostro dormido era lo más bello que cualquier persona hubiera podido imaginar. Era hermosa, era impactante.
Respiré hondo y busqué una silla para sentarme lo más cerca de ella que pudiera.
Yo siempre supe que ella tenía un objetivo, que tenía una técnica... no me imaginaba que me quisiera para esto, pero yo también tenía un propósito; y lo conseguiría.
Antes de sentarme en la silla besé su frente.
Siempre me he preguntado en que momento empecé a quererla con tanta ímpetu, era imposible saberlo. Creo que la quise desde el primer momento en que la vi, recuerdo como vibre al coger su cabeza tras esa caída que tuvo en la discoteca. Recuerdo cuando habló por primera vez conmigo, el timbre de su voz, recuerdo el primer cruce de nuestros ojos, eran enigmáticos, recuerdo como me había hecho sentir desde entonces.
Ella me había causado una gran impresión cuando la conocí, las horas que no pasaba con ella en aquellos primeros días eran largas y aburridas, anhelaba volver a verla en cada instante. 
Y cuando la besé por primera vez... sentí que el mundo no sería lo mismo sin ella, sabía que desde que la encontré todo sería distinto, todo tendría sentido.
Miré otra vez su cara, las curvas de su cuerpo tumbado... Ella me hacía sentir de una manera distinta solo con estar presente en la misma habitación.
Sé que no debería por todo lo que un día mi madre me enseñó respeto al amor, a lo confundida que puede llegar a estar una persona cuando sé es adolescente... Pero yo había sentido muchas cosas por otras chicas y lo que Bárbara me había hecho sentir desde el principio era puro.
Volvería a perder la virginidad con ella aunque hubiera sabido que esto pasaría.
Yo opino que el amor nunca se desvanece si las dos personas amadas se respetan y se demuestran el cariño necesario todo los días.
La puerta se abrió y Jasmine apareció con su sonrisa habitual, siempre le ha gustado parecer fuerte aunque fuera la más débil de todas las mujeres.
Alice la seguía y tras ellas otra chica más, supuse que sería la chica de la que me había hablado Alice hacia un rato.
Miré a Bárbara una vez más y me levanté de la silla.
- ¿Ha tenido fiebre o algo? ––me preguntó Jasmine.
- No... solo ha dormido ––respondí tranquilo.
- Vale ––repuso a media voz.
La chica más bajita que Alice y Jasmine se acerco a Bárbara en el otro extremo de la cama y le acarició la mano, se agacho y le sonrió.
No le veía el rostro, pero tenía un pelo rizado y moreno. Su piel sería de un tono más claro que el de Jasmine. No dejaba de acariciar su mano, me puse un poco nervioso. ¿Qué le estaba haciendo? 
- Justin está es Caroline ––Alice cogió a la chica de la mano y ella levantó la mirada. 

martes, 28 de diciembre de 2010

Treinta y tres.

El silencio se prolongó.
No teníamos nada que decir, ni tan siquiera de que discutir a pesar de que ella tendría muchas cosas para echarme en cara.
Alice tosió incómoda por la situación.
- Hablando de Jasmine, ¿dónde esta ella? ––pregunté disimulando algo de interés. Todo el interés que tenía me reconcomía, pero no por Jasmine, sino por Bárbara y su despertar. 
¿Qué haría cuando ella abriera los ojos y se tomará conmigo por delante? ¿Cuánto tiempo tardaría en despertar? ¿Le dirían algo a sus padres por haber estado ingresada? ¿Y qué pasaría cuando los paparazis se enteraran de que estaba en un hospital?
- Una chica llegó hace como media hora preguntando por el estado de Bárbara, dijo que era una amiga de siempre y que tenía derecho de verla. Jasmine se ha ido con ella al jardín. 
- ¿Crees que es una paparazzi cierto? ––miré con descaro la puerta del quirófano.
- No sé, pero bastante tendrá con el dolor que sentirá cuando se despierte. No quiero que se preocupe por los paparazzis, no quiero que se agobie con su madre. No quiero que llore por... -- Calló, la miré esperando a que siguiera pero no lo hizo.
- ¿Por qué lloraría? -- Le pregunté acercándome más a ella. Es odioso admitir que si me dijera que ella lloraría por mi, aunque fuera una gran actriz, la perdonaría, la besaría hasta que dejara de respirar. Es odioso admitir que estaba loco por su amor, por que me amara tan solo un poco...
- Justin, tu móvil ––respondió señalando mi otro celular. Si, tengo varios. El que tiré por la ventanilla era el personal, este era como un localizador de mi madre y Scott.
Lo cogí sin apartarme de Alice, y atendí la llamada.
- ¿Justin? ¿Dónde estás? ––preguntó mi madre, parecía agobiada.
- Tranquila... Estoy de visita ––respondí sin apartar la mirada de Alice.
- ¿¡Tienes un viaje pendiente a Los Angeles y te entretienes viendo a una chica!? ––Ya no estaba agobiada, estaba enfurecida.
- Lo siento, pero no puedo ir ––repuse tranquilo y sumiso.
- No, no. ¡Ya basta de mimarte! Ahora mismo me dices donde está y que Kenny vaya a por ti. ––Era su sentencia, la mía era atender a mi corazón.
- Lo siento mamá, de verdad que lo siento... Pero esto es importante para mi.
- Vas a destruir tu sueño...
- Lo sé.
- Justin... Yo...
- Mamá, en varios días volveré. Pero ahora, mi deber está aquí.
- ¿Qué es lo que sucede?
- No... te lo puedo contar mamá. Adiós, apagaré mi móvil.
- No ––corté la llamada y apagué el móvil volviéndolo a guardar en mi bolsillo.
Alice me miraba aturdida. Nunca le ocultaba nada a mi madre, pero no era la primera cosa que le ocultaba desde que Bárbara estaba en mi vida. Y aunque sonará raro. Era lo mejor que podía hacer.
Otra chica con una bata y una lista salió de la sala donde estaba mi Bárbara.
Miró atentamente mi rostro y sonrió.
- Ya esta en planta. Acompáñeme ––dijo, se dio la vuelta y comenzó a andar.
Le eché una breve mirada a Alice y seguí a la chica.
Me dejó frente a una puerta, pero no se marcho ni cuando la abrí.
- ¿Qué le ha pasado? ––preguntó. ¿Cómo no podía saber que le había pasado si era enfermera o algo así? Bueno, que trabajaba en aquel hospital.
- ¿Qué? 
- No dicen que le pasa, soy una gran fan de ambos. Ella es muy linda ––repuso con una sonrisa amplía.
Pensé en varias respuestas, pero me quedaba en blanco.
- Una bajada de azúcar muy grabe ––dije tontamente. Era lo más estúpido que podía decir, pero la chica se conformó y me tendió su carpetilla.
- ¿Me la firmas? ––preguntó inocentemente.
Se la firmé y entré a la habitación. Cerré la puerta y me apoyé en ella aturdido.
¿Qué tenía que hacer ahora?
¿Debía acercarme a ella... o tal vez era mejor que me sentará en el sillón y dejará pasar las horas hasta que despertará?

viernes, 17 de diciembre de 2010

Treinta y dos.

- Si quieres les digo que paren hasta que volvamos, ellos solo actúan cuando yo estoy presente ––murmuró la doctora.
- Hágalo. ––Ella suspiró.
- Jeremy, esperen a que volvamos, no tardaré. ––Un especialista atendió a la doctora y después dejo el bisturí.
Me acerqué a su rostro, y la miré frustado.
Era un monstruo, y la amaba con todo mi ser.
Me giré y ande hasta la doctora. Caminó a una sala y se sentó en un sillón.
La consulta era pequeña, solo tenía el escritorio, una camilla y varias sillas.
- Siéntate ––me instó, me senté abstraído. Solo podía pensar en un por qué, ¿por qué a mi me tenía que suceder todo aquello? Estaba tan frustrado...
- Justin ––me llamó la atención con unos documentos.
- ¿Resultados? Ya sé que está embarazada ––me levanté y la miré más dispuesto que nunca a montar un escándalo.
- Siéntate de nuevo, te voy a decir que pasará con ella si llega a tener un hijo muerto. 
- ¿Muerto? ––un escalofrío recorrió toda mi espalda y me hizo temblar. La miré agobiado y retome asiento.
Ella respiró hondo.
- A ella no tuve que llegar a contarle mucho, estaba dispuesta a hacerlo por su futuro, y por su familia. Pero a ti eso no te para, Justin, Bárbara estaba en riesgo cuando llegó al hospital. Si el embarazo hubiera seguido adelante, ella no hubiera tenido oportunidad alguna de sobrevivir al parto, y esa criatura tendría muy pocas posibilidades de nacer vivo. No es que ella no pueda en un futuro, pero solo se alimenta para ella, y bastante poco. ¿Cómo explicas si no que con dos meses y medio en estado no tenga ni un bulto? Bárbara es una persona indefensa, pobre de salud. No podría tener un hijo con esta edad. Es muy posible que le quede alguna secuela de este aborto, pero mejor eso que morir por algo que no tardaría en morir. Quizás saldría adelante pero las enfermedades le culminarían.
Demasiada información, no estaba seguro de que respiraba.
La sangre se me heló, y no supe como reaccionar.
Yo no quería que ella muriera, era algo... que nunca podría llegar a desear. Ella era mucho más que una chica en mi vida, ella era el amor de mi vida, lo sabía, lo sentía... ¿Cómo podían decir aquella monstruosidad?
- Podemos esperar a que busques unos abogados y planteéis una solución con los suyos, o acabar con el infierno que acaba de aparecer en la vida de una simple niña de dieciséis años. ––No podía ser egoísta, quizás ella lo fuera... Pero yo la quería, y deseaba lo mejor para ella estuviera o no a mi lado.
- Adelante... ––susurré. La doctora se levantó y me dejó solo en la habitación. Miré al techo desconsolado, todo me apretaba. La sangre no fluía bien por mi corazón, estaba peor que nunca.
No solo me pasaba que ella no me quisiera, si no que encima podría haberla matado. Por mi culpa, por no haber sido responsable, por haberla deseado más de lo posible. 
Yo solo sabía hacerle mal a las personas que me rodeaban, defraudé a todos a los que les había prometido tantas cosas, defraudé a mi madre, a mi familia, a Scot... y ahora, Bárbara tendría secuelas de un aborto.
La vista se me empezó a nublar, estaba llorando. Me froté los ojos y respiré lo más fuerte que pude, intenté que mi corazón dejará de quemar, pero cada segundo se me hacía más lejana la idea de estar bien, como antes, como hace varios meses. Como hacía días estaba.
Me levanté de la silla, algo mareado. Volví a pararme para respirar, cogí las fuerzas que creí que ya no me quedaban y salí de la pequeña consulta.
Destrozado, caminé por los pasillos llenos de dolor del hospital, había pensado en irme del lugar, pero no podía.
Antes siquiera de mirar donde estaba, camine sobre mis pisadas y busqué el pasillo donde había encontrado a Alice, llegué y me senté a su lado en silencio.
Ella me miró dubitativa y volvió a mirar la puerta que nos separaba del quirófano.
- ¿Por qué la perdonaste? ––pregunté mirando el suelo.
- Hay mucho más de lo que se ve en ella, hay razones... Sólo hay que tener una corazonada y buscarlas ––respondió en susurros.
- No deberías seguir creyéndola, sólo hace daño. 
- Tú sigues creyendo ciegamente en que todo volverá a ser lo mismo.
- No es cierto.
- Justin, te conozco. Sé como piensas, no te rendirás. 
No pudimos seguir con la conversación, puesto que una enfermera salió del quirófano y llamó a los "familiares" de Bárbara Swaith.
Alice y yo, nos levantamos y fuimos a la enfermera.
- La trasladaremos a la habitación 536, por favor díganme quién va a acompañarla esta habitación ––dijo la mujer que no sobrepasaría de los veintisiete años.
- Yo ––me adelanté a Alice.
- Dígame su nombre y apellido por favor ––pidió la enfermera, miré a Alice que me miraba aturdida y volví la vista a la enfermera.
- Justin Drew ––no iba a dar más.
- Está bien, no pueden hacer visitas hasta que no despierte, y no puede haber mucho ruido. La chica tendrá que descansar totalmente ––me tendió una plaquita, la cogí y me senté. La enfermera le dijo algo más a Alice y se marchó.
- A Jasmine no le va a gustar nada todo esto, primero por que ha fallado y segundo por que no se quedará con Bárbara ––dijo Alice.
- Jasmine no tiene derecho a quedarse, yo si.
Alice calló y miró de nuevo a la puerta.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Treinta y uno.

~ Llegar a tiempo.
#Justin.
Me senté en el sillón y cerré los ojos. Solo quería que el tiempo pasará.
Ahí quien dice que el tiempo lo cura todo, yo estaba totalmente seguro de que lo mío no llegaría a sanar nunca, era algo más que una herida. Estaba roto, nada era bueno. ¿Mi futuro? No lo quería, me daba igual lo que me pasará.
- Eh, tío sé que la echas de menos, pero un día te darás cuenta de que era lo mejor. ––Abrí los ojos y miré entre furioso y desconsolado a Scot. Como se notaba que la quería, la quería tanto que no podía decirle a mis más allegados lo que me había hecho.
- Cállate, tú no sabes nada ––rechiné los dientes. ¿Qué todo iría mejor? ¡Menuda idiotez! Si no estaba ella nada iría bien, ¿era tan difícil de entender?
- Justin, escúchame. Bárbara tenía la obligación de volver con su madre, no es que no te quisiera. No dudo en que no lo hiciera, en sus ojos se veía que no había nada más que le importase tanto como tú... Pero una madre, siempre es una madre. ¿No es cierto? ––Empezaba con el mismo discurso. No tenían suficiente con que llevará días encerrado en mi mismo, no tenían suficiente con haberme obligado a quedarme más tiempo en Nueva York después de haberles suplicado que nos marcháramos, no tenían suficiente con aquella condena que vivía.
- ¡Olvidame de una vez! ––le grité, intenté serenarme pero ya había comenzado a temblar de impotencia misma.
Ella te quería, pero se tenía que marchar... bláh, bláh, bláh.
Nadie se dio cuenta de lo falsa que era, de que era predecible por que ella quería que eso pensarán de ella.
¡Joder! Y yo me enamoré de algo irreal, ella no era la persona que yo vi... ¡Todas mis promesas! Había sido para nada romperlas, ella era mentira.
No podía dejar de repetirme cuánto había pecado para hacerla feliz, y solo es feliz ahora. ¡Ahora que tenía lo que quería!
Dinero, fama... ¿Eso era lo único que le importaba? ¡Pues si, nada más que eso! Se entregó para tenerme más atado a ella... Era repugnante, una hipócrita. Y aún así, deseaba que volviera. 
- Justin, dentro de un tiempo verás que ha sido mejor. Podrías haber incumplido tu palabra si seguías con ella incluso. ––Genial, acababa de derrumbar la barrera que volvía a las demás inestable.
- ¡Cállate de una maldita vez! No sabes nada, nada. ¿Si he incumplido mi palabra que me va a pasar? Nada, solo me arrepentiré y punto. Cállate y déjame sufrir solo ––grité, creo que nunca he sido tan maleducado con una persona a la que siempre le he tenido tanto respeto... Ella me estaba convirtiendo en aquello, en un monstruo.
Me volvía loco, loco. No tenerla, saber que nunca había sido mía en su alma. Creí que la había conocido, creí que lo sabía todo de ella... Y aunque estaba totalmente seguro de que era para mí, me equivoqué.
Scoother calló, creo que no se podía creer lo que le había dicho. Tampoco me preocupaba. Era algo insignificante para mi, yo cuando lo hice estaba totalmente seguro de lo que sentía, y aunque halla pasado todo lo que ha pasado, no me arrepiento.
No me arrepiento, algo increíble. 
El móvil me comenzó a vibrar, lo busqué en los bolsillos y lo miré sin saber que hacer, era Jasmine y estábamos a punto de llegar al aeropuerto.
Se acabó la llamada, antes de que pudiera haber pensando un sí, o un no. Lo volví a guardar en la chaqueta, pero volvió a vibrar.
Tenía que ser algo importante o Jasmine no se tomaría la molestia de insistir tanto.
- ¿Qué ocurre? ––pregunté cogiéndola.
- Justin, ¿dónde estás? ––preguntó ansiosa. Deduje que no me iba a ir hoy.
- Cerca del aeropuerto ––respondí.
- Ve ahora mismo a centar park, llegaré en cinco minutos. No puede esperar la cosa, tienes que venir. ––Antes de que pudiera contestar colgó.
Tiré el móvil por la ventanilla, volvía a estar descontrolado.
- ¿Justin? ––Kenny llevaba días sin hablarme por que sabía que no iba a soportarlo.
- Llevarme de vuelta, ha pasado algo ––dije mirando a Scott, no se atrevió a discutirme.
Kenny le comunicó al conductor el cambio de planes y él dio media vuelta.
- Estás haciendo demasiadas tonterías... ––murmuró Scott.
- Cállate ––volví a decirle.
Estaba más intranquilo, algo dentro de mi no paraba de angustiarse. ¿Le pasaría algo a ella?
Me dejaron en medio de centrar park, me puse la capucha y comencé a caminar ansioso.
- Just.. ––Me llamó Jasmine, su volvo estaba en la puerta esperándome. No dudé en ir corriendo a ella.
Me senté de copiloto y arrancó.
- ¿Qué pasa? ––pregunté.
- Si te lo cuento ahora, no podré concentrarme en la carretera, enseguida llegamos y te lo explico ––murmuró. Me callé y la dejé, conducía demasiado rápido. Jasmine nunca iba así.
Llegamos a un hospital, mierda sabía que era algo de ella.
Aparcó en segunda fila y no resistí más.
- ¿Qué le ha pasado? 
- Justin, está embarazada ––contestó.
- ¿Qué? ––Algo me apretó fuerte el corazón, y derrepente sentí calma, sin más. Una calma extraña.
- Y quiere abortar, tiene que estar ahora mismo en el quirófano ––la miré asustado, ¿hablaba enserio?
- Quiere matarlo ––deduje. Antes de que pudiera decir nada, antes de que pudiera pensar siquiera, eché a correr y entré.
Fui de pasillo en pasillo buscando a alguien que conociera, iba a preguntar por ella a una de las chicas cuando vi un cabello rubio, era el de Alice, la reconocería en cualquier parte del mundo.
Corrí a ella.
- ¿Dónde está? ––pregunté furioso.
- ¿Just? Joder, Jasmine lo ha hecho.
No la deje seguir, una puerta se abrió y entré.
La vi rodeada de cables. Cinco personas con bata blanca no dejaban de tocarla y otras tres escribían.
- No, no ––grité y empujé a uno de los médicos.
- ¿Justin? ––me giré, la doctora Stephanie estaba allí. Era una de las mejores amigas de mi madre.
- No puede hacerle esto, es también mío ––fui a ella, le dí frente al asunto. 
Me miró, y después la miró a ella. A mi Bárbara, a la que iba a matar algo que todavía no había empezado a ser algo.
- Acompáñame por favor Justin ––dijo ella, comenzó a caminar pero me quedé cerca de ella. Se giró y me miró seria.
- No pienso dejar que le hagáis esto ––susurré.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Treinta.

Y ahí estaba yo, abrazando a Alice temblorosa, dolorida.
Era lo que tenía que hacer, era o eso o ganarme el desprecio de mi madre. No podía deshonrarda de aquella manera.
Tenía mi historia, pero tenía que deshacerme de aquel bebé que venía en camino, antes de que Jasmine logrará convencer a Bieber.
Si había sido capaz de decirle a Justin Bieber el porqué de que me interesara en él y no cualquier otro, sería capaz de hacer lo correcto, lo que mi madre debiera haber hecho un día conmigo.
La batalla mental era angustiante.
Si, no había quién parará a aquella vocesita tan irritante y comencé a atenderla.
<<Tu madre nunca se arrepintio de haberte tenido.>>
Mi madre me tubo para esto, yo no tengo nada en contra de los famosos.
<<Exacto, él tiene derecho a ser padre.>>
Que lo sea con alguien que de verdad quiera darle un hijo.
<<Tú quieres darle ese hijo>>
Yo debo de cumplir con mi madre.
<<¿Y te perdonaras a ti misma por esto?>>
No tengo nada que perdonarme.
<<¿No notas como te duele?>>
Sé que es lo que tengo que hacer.
<<¿Recuerdas aquel "TE QUIERO AHORA Y SIEMPRE"?>>
Las palabras se olvidan.
<<La muerte de un ser nacido del amor no>>
¿Quién dijo que fuera amor?
<<Sabemos que lo es>>
El amor siempre encuentra un final.
<<Nada es imposible>>
Sé que esto también.
<<¿Porqué no esperas?>>
No es lo que quiero.
<<Sabes que quieres, mamá no tuvo a Austin cuando se entero de que tú venías, él no la amaba. Bieber está, y estará, él te ama.>>
No después de haberle dicho para que lo necesitaba. Tengo mi historia, mi fama, tengo mis seguidoras.
<<¿Y cuándo llegué Bieber preguntando por el embarazo del que le ha hablado Jasmine?>>
Me inventaré cualquier escusa.
<<Te verá en este hospital, ingresada.>>
Es mi vida, es mi bebé. Yo decido, no quiero ser madre con dieciséis años, no voy a cometer los mismo errores que cometió mi madre.
<<Estás cometiendo el mismo error>>
No pienso tener esto.
<<Mamá se manejaba por su orgullo>>
Yo me tragaría mi orgullo, solo que hago lo que debo.
<<Lo que debes es lo que te diga el corazón, no lo que una madre te enseñó odiando>>
Mi corazón dice que es lo correcto.
<<Sabes que cuando esto desaparezca acabaras destruida>>
No quiero tener a Bieber detrás mía por un hijo.
<<Él te ama, y amará a esa criatura>>
Mientes.
<<Deberás comprobarlo.>>
No.
- Bárbara, ¿estás preparada? 
––preguntó Alice dejando de abrazarme. Respiré profundamente.

- Eso... creo ––respondí quitándome el pelo de la cara.
- Iré a por el doctor, será mejor que te tumbes en la cama.
Alice me dejó sola, dejé la mente en blanco pero no duró.
Recordé aquel primer encuentro, como su voz me había hecho temblar de pies a cabeza, recordé aquel primer beso, las horas que nos habíamos pasado hablando, los paseos, los piques, el día en que sus manos recorrieron mi cuerpo por primera vez, él único que me había hecho sentirme completa, el único que había amado con toda mi alma. Él, el causante de mi perdida de visión, había perdido la comportura tantas veces por él, había dejado tantas veces de ser manipuladora, me dejé llebar tantas veces por el instinto, por los impulsos, por los sentimientos... Bieber nunca fue el objeto que yo pensé, él siempre tuvo claro que lo que quería era yo, me consiguió... Había caído en su juego.
¿Y por qué todo era un juego, porqué tenía que perder? ¿Por qué estaba pensando que estaba perdiendo?
- Bárbara Swaith. 
––Un médico entró, si sabía que era un médico por la bata blanca y la plaquita.

- Si ––dije tumbándome del todo.
La puerta se abrió y cinco––creo que fueron cinco–– doctores agarraron la camilla y la movieron, me llevaron por los pasillos y entramos en el quirófano.
Las enfermeras se movían rápidamente y todos comprovaban resultados.
- ¿Me dolerá? 
––pregunté a una enfermera que se hallaba colocándome agujas.

- No, quizás cuando despiertes te lleve unos días el poder moverte como de costumbre, pero solo ahí un 3% de que te queden secuelas ––respondió.
- ¿Y a la criatura... le dolerá? ––no podía permitirme pensar más en ella, pero ya estaba a punto de desaparecer.
- No te preocupes pequeña, todo saldrá bien. ––La anestesista llegó, me colocaron la máscara y todo se fue tranquilizando, perdí la visión y todo quedó en un borrón.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Veintinueve.

- ¿Qué, Bárbara no me asustes, qué te ocurre? ––Estaba ansioso, él había sido tanto... Y ahora yo tenía que hacer algo que no deseaba, no lo quería perder.
- Será mejor que te sientes––intenté parecer serena.
Se sentó y me miró anhelante.
Me senté a su lado y respiré hondo.
Yo no soy católica, pero cuando no tienes en que creer, cuando ves que no tienes salida... Buscas algo en que creer ciegamente.
- Justin, ¿recuerdas el día en que Alice me tiró un jarrón a la cabeza y estuve tan mal? 
- Si... se pasó mucho contigo... ––susurró.
"Ódiame por toda la vida", grité en mi interior.
- Nunca me hizo nada, me lo inventé. Ella me estorbaba en aquel juego. Yo nunca sentí nada por ti y ella te miraba extrañamente enamorada... Decidí apartarla de tu lado y quedarme sola yo. Yo solo quería ser famosa, y tú llegaste a tiempo para convertir mi ambición en una realidad.
- No me gustan esas bromas –– agarró mis manos y se las llevó a la boca. Empezaba a temblar de impotencia.
¿Alguna vez has sentido como todo se escapa de tus manos y no tiene nada solución, ni sentido?
En aquel momento no veía nada, todo estaba oscuro. Me estaba haciendo daño a mi misma, sentía como todo lo que me había hecho tanto bien explotaba y desaparecía ante mis ojos.
Respiré hondo y fijé la mirada en él, dicen que cuando una persona te mira a los ojos es por que es sincera.
- Justin, no quiero mentirte más. ––Era mi verdad, ya lo demás daba igual.
- ¿Cómo has podido hacerme esto?... Yo creí que me amabas ––susurró, si hubiera podido decirle cuánto me dolía aquello, cuánto quería un siempre en mi vida junto a él...
- Lo siento, sabías que era así... No es mi culpa que no te rindieras. ––Aquello solo hacía empeorarlo, y era lo que tenía que hacer.
- Vete. No vuelvas nunca. Y alégrate, conseguiste lo que querías. ––Me levanté de la cama y comencé a correr.
No hay cosa que duela más que el perder a lo que más quieres.
Me quemaban los ojos, estaba llorando. No sabré nunca si comencé a llorar cuando estaba hablando con Justin o después, pero no podía dejar de hacerlo.
Salí del hotel y ni me monté en la limusina, le hice un gesto con la mano y volví a salir corriendo.
¿Has escuchado alguna vez como una vocesita te habla en tu interior? Yo no paraba de oirla, aunque no la escuchaba realmente. La dejaba hablar y seguía corriendo. Parecía que solo quería correr aunque ya me encontraba exhausta.
Tras media hora corriendo llegué a la mansión Villegas, llamé y Alex me abrió la puerta, me miró confusa pero no le dije nada, la empujé y entré.
Subí las escaleras a zancadas y me dirigí a mi habitación, tropecé con Jasmine.
- ¿Qué te pasa? ––preguntó siguiéndome hasta a mi habitación.
La dejé pasar y cerré con todas mis fuerzas, corrí hasta la cama y en el cojín grité ahogadamente, las lágrimas seguían recorriendo mi rostro.
Jasmine se acercó a mi y me estuvo consolando en silencio durante un largo rato hasta que cansada, me tranquilicé.
- ¿Ahora me vas a decir que te ocurre hermanita? ––preguntó, levanté la cabeza y me dí media vuelta para mirarla.
Puede que siempre me hubiera equivocado con ella, verdaderamente quería ser mi hermana, de corazón.
Respiré hondo, ¿qué más daba ser sincera con ella? Necesitaba estar en paz conmigo misma.


- ¿De verdad no quieres quedarte unos días más? Puede que te tranquilice estar aquí, volver a Dallas puede ser duro ahora que te acostumbraste a esto.. ––me preguntó Alice, que me había perdonado todo después de contarle todo. Jasmine me había escuchado y aunque suene increíble, me dio la razón en no decepcionar a mi madre, ella hubiera hecho lo mismo a pesar de que no quería que yo lo hiciese.
- Cuanto antes me marche mejor, Nueva York no es un sitio pleno para Bárbara Swaith ––respondí cogiendo la última caja, sentí un dolor agudo en el estómago y solté la caja violentamente encogiéndome.
- Eh, eh. ¿Qué pasó? ––Jasmine me abrazó interponiéndose en el modo que yo quería tirarme al suelo. Sentía como algo me pinchaba, no podía dejar de agonizar en silencio.
- ¿Me acercas al hospital? Creo que tengo una bajada de azúcar, todo me da vueltas ––Jasmine me acercó al asiento delantero de su volvo, Alice se sentó atrás. Jasmine condujo a la carrera de llegar cuánto antes al hospital.
Al llegar Alice fue a buscar una camilla y entre varios enfermeros de urgencia me echaron en ella.
Alice y Jasmine me acompañaron hasta que los enfermeros le dieron paso, a partir de la separación solo recuerdo el pinchazo de una aguja.
- ¿Estás despierta? ––me preguntó una doctora, estaba en una camilla hechada.
- Si ––respondí sentándome, no tenía suero, ni nada. Simplemente me habría desmayado, deduje.
- Te espero en la consulta en unos minutos, le diré a tu hermana que entré para que te ayude a vestirte. ––asentí. La doctora que no superaría los cuarenta y pocos de edad salió y Jasmine con Alice entraron en ella y se pusieron a mi lado. Ambas no decían, ni preguntaban nada.
Me vestí en silencio y seguí a Jasmine que nos conducía a la consulta de la doctora.
Jasmine abrió la puerta pero no seguía.
- ¿No vais a pasar conmigo? ––pregunté.
- ¿Quieres que entremos contigo? ––me preguntó Alice.
- Si ––contesté.
Jasmine entró, yo la seguí y Alice me siguió a mi.
Nos sentamos en los sillones, menos Jasmine que se quedó de pie.
Era obvio que ella sabían que me había pasado, pero nunca me ha gustado que me anticipen las cosas, todo a su momento.
La doctora entro con bastantes documentos en las manos, no saludó si quiera y se sentó en su sillón.
- Buenos días Bárbara, ¿quieres ver el resultado de tus análisis? ––No esperó a la respuesta y me pasó los documentos, leí lo que pude sin comprender nada. Todo daba negativo menos una cosa, así que enferma no podía estar.
- ¿Qué me ocurre? ––pregunté tras unos minutos en silencio.
- ¿Cuántas veces lo has hecho sin protección Bárbara? ––me preguntó.
- ¿Hecho el qué? ––pregunté confusa, aveces soy demasiado inocente, o creo que pienso demasiadamente infantil.
- Practicado sexo ––respondió.
- No sé, no he contado cuántas veces he practicado eso. ––En la gira con Justin lo repetimos un par de veces más, no las contaba, creí que sin la regla no te podía pasar nada.
- ¿Por qué no usasteis protección? 
- ¿Por qué me lo pregunta? 
Entonces me dí cuenta, un solo análisis positivo, sexo sin precaución... ¡Creían que estaba embarazada!
- No puedo estar embarazada, nunca me ha venido la regla. No iba a usar a necesitar el condón. ––Me aligeré a decir.
- ¿Con dieciséis años nunca has tenido la regla?
- Solo un par de avisos, solo me he puesto dos veces, una con catorce y otra hace unos tres meses ––respondí, mi madre me llevó por que me vino un mes y no volvía. Me habían dicho que era un aviso, que era por que mi cuerpo estaba evolucionándose y cada vez me faltaba menos para ser una mujer estable.
- ¿No pensaste que esta última podría ser que ya había llegado?
- No me dolía, me estaba duchando y vi la sangre ––respondí.
- Lo siento... pero estas en estado.
- No puede ser ––volví a repetir incrédula.
- Hay distintas opciones que podrías sospesar.
- Tengo dieciséis años, no puede destruirme la vida con un bebé ––grité levantándome.
- No te esfuerces de tal manera, podría perjudicar al bebé, ya está en riesgo ––me dijo Alice levantándose a mi lado.
- Pues que se muera, me importa poco lo que le pase a esa cosa. ¡Yo no quiero que me destroce la vida de tal manera!
- Tranquilizarla, Bárbara hablemos a solas.
Alice y Jasmine me abrazaron y luego se marcharon dejándome a solas con la doctora.
Volvía a estar llorando, no podía creerme aquello, no podía ser verdad.
La doctora me miró fijamente.
- ¿Sabes? Yo tengo una hija con tu edad, y si ella algún día se queda embarazada... Bueno, yo la animaría para que abortará, sobretodo por tu estado de peligro.
- ¿Abortar? ––repetí. La palabra sola ya asustaba.
- No te voy a mentir Bárbara, eres muy joven y no tienes un cuerpo que esté preparado para aguantar un parto físicamente. Puede que haciendo una cesárea salieras, pero serían escasas las pobabilidades de llegar al éxito. Después llega el problema de que un bebé no solo necesita cariñó, necesita amor de madre y padre, necesita que le eduquen. Necesita muchas cosas y a tu edad es muy difíciles darlas, no estás preparada para ello, no tan joven.
- Yo no quiero abortar, es algo enfermizo.
- ¿Crees que podrías darle a ese bebé todo lo que necesita?
- No, no podría.
- Abortar es la mejor solución, piénsalo.
Razonar antes hubiera sido lo mejor, pero no me atrevía a hacerlo. Lo intenté, y solo conseguí que me doliera más.
Una vez mi madre me dijo que cuando se quedó embarazada de mi, notó que yo estaba en su interior, y que me amó desde aquel día. Yo... no... pero yo no sabía que algo estaba creciendo en mi interior, yo no sabía que había algo de Justin en mi. No lo detestaba, aunque tampoco lo amaba tanto como para poner mi vida en riesgo.
- ¿Puede darme unos minutos para intercambiar unas palabras con mi hermana y mi amiga? ––pregunté dudosa.
- Claro, pero no tarde por favor ––salí y las miré, ambas estaban igual de asustadas que yo.
Era un bebé, un bebé. Dentro de mi crecía vida y esa vida... Yo no estaba preparada para ser madre, ¡solo tenía dieciséis años dios mío! Acudí a ellas llorando, ambas me abrazaron.
Nos sentamos en una butaca y callamos, todas temíamos por mi, no sabía si estaba siendo egoísta, pero tenía miedo.
- Papá te entenderá, solo habrá que cuidarte más y no sé, un bebé será algo maravilloso. ––Rompió el silencio Jasmine. ¿Había dado por sentado que iba a tenerlo?
- ¿Qué? No creo... yo no lo tendría ––dijo Alice, la miré detenidamente. Ella estaba siendo sincera, aunque doliera un bebé era una responsabilidad diaria, era algo tan duro... Yo había crecido sola con mi madre, mi madre adolescente, mi madre que había tenido que darlo todo por mi... Yo no quería tener esa vida. Yo agradecía a mi madre todo lo que tubo que luchar, pero ella si hubiera sido yo, si hubiera pensado como yo... No me hubiera tenido.
- Yo creo que lo mejor es que lo hables con Justin, él lo cuidaría con toda el alma, y te perdonaría. Él quiere lo mejor para ti, te ama. ––Jasmine estaba claramente en favor de tenerlo.
- ¿Olvidas que es arriesgado para mi salud, y si no sobrevivo? ––pregunté angustiada, mi madre no me perdonaría tenerlo y morir por ello.
- Eres fuerte, lo podrás enfrentar todo.
- Jasmine no quiero tener esto, no quiero reprocharme toda la vida que con dieciséis años perdí todo, con un bebé no puedo hacer nada. No quiero estar obligada a ser amable, a dar cariño aunque me sienta mal. No quiero esa responsabilidad. 
- Bárbara es un bebé, tu madre siempre estuvo orgullosa de haberte tenido.
- Mi madre es distinta, yo no quiero.
- Es lo mejor Bárbara ––Alice me apoyó.
Me levanté y me dirigí a la consulta.
- Voy a por Justin, esto no puedo suceder así. Él tiene derecho a saber esto ––me giré a tiempo para ver a Jasmine salir corriendo. Daba igual lo que ella hiciera, daba igual si Justin quería o no. Era mi vida, y yo no podía con aquella responsabilidad. 
Sabía que siempre recordaría que maté a una criatura, pero si no lo hacía y salía con vida me reprocharía toda la vida lo que me perdería teniéndolo.
Entré llorando y me senté en el sillón.
- Quiero abortar ––anuncié a la doctora, se levantó y se marchó. 
Me cambiaron de habitación, me senté en el sofá que había. Me daba miedo echarme sola en la camilla.
Alice entró y se sentó en la camilla.
Me levanté, me senté a su lado y la abracé aterrada.
Ya no era solo lo que me podría pasar, era lo que pensaría mi madre. Ella... no podía cometer los mismos errores que ella cometió, ella se destruyó la vida teniéndome aunque diga que siempre fui lo mejor de su nueva vida. 

Veintiocho.

- Tiene que salir bien todo, venga Bárbara ––me repetí frente al espejo.
Había cambiado todo. ¿Dónde estaba la fuerza que antes me llenaba? Ah, sí. Justin Bieber me había convertido en alguien dependiente de sus besos. De esos besos que no debería de estar extrañando.
Sabía perfectamente que esto no era lo que tenía que haber pasado. Nada de esto era lo que me habían promulgado.
Y yo tenía que volver a pensar con inteligencia y dejar el corazón de lado.
Hay tres modos de ver las cosas, con inteligencia, con la cabeza y con el corazón. Este último había sido con el que llevaba relacionándome más en estos dos últimos meses y no debería haber pasado así.
¿En qué se diferencia la inteligencia de la cabeza?
La cabeza solo te da las opciones y un finito contundente, y la inteligencia; de las opciones que te da la cabeza te saca más probabilidades, soluciones y razones.
El corazón simplemente es cuando te dejas llevar por los malditos impulsos.
Tener una mente combinada con la inteligencia no es fácil de conseguir, cuesta mucho ser inteligente a la hora de tomar decisiones definitivas.
En aquel momento me había olvidado de como se hacía, no podía planificar nada y estábamos a punto de aterrizar.
- Cielo, ¿estás bien? ––me preguntó Pattie desde afuera.
- Si, solo un poco mareada. Enseguida salgo ––contesté respirando profundamente.
Hay cosas que nunca conseguiré entender, nunca sabré que hizo Justin Bieber para trastornar mi mente de tal manera que toda un vida de enseñanza, logrará hacerme olvidar todo lo aprendido.
Nunca sabré por que solo él conseguía calmarme cuando no veía un fin bueno. Nunca entenderé por que siendo alguien por el que no debía sentir nada, lo amaba de tal manera que me daba igual lo demás.
Salí y me senté en el asiento con Justin, el seguía escribiendo con su manager. Miré a la nada y esperé a centrarme en algo diferente que no fuera los nervios que tenía por saber el destino de mi madre.


- Yo estaré contigo siempre ––intentó tranquilizarme Justin abrazándome.
Frente a la mansión Villegas todo se volvía más sofocante.
¡Malditas jugadas de la cabeza! Qué difícil me era estar estable con Justin al lado, hacía que me alteraba de todos los modos posibles.
- Claro, Justin ––salí de la limusina y me encaminé a la puerta. Allison me abrió, no me fijé ni siquiera si Justin me seguía o no, intentaba parecer indiferente.
- ¿Papá? ––Le llamé entrando en el salón, toda la familia se encontraba en los sofás, y cuando digo toda incluyo a mi madre.
- ¿Ves Emily? Te dije que estaría al llegar ––dijo Jess, la madre de Jasmine.
- Hola mi vida ––mi madre se levantó y me abrazó fuertemente. Parecía feliz, había cambiado físicamente.
- ¡Mamá, mamá! ––cuando terminé de abrazarla me llevé las manos a la cabeza y la miré maravillada. Solo esperaba a que hablará, pero no lo hizo.
Justin llegó a mi lado y me abrazó por atrás, mi madre le inspeccionaba discretamente.
En el momento en que siseo me dí cuenta de que se había dado cuenta. Tan simple como aquello, ella sabía que yo sabía que ella lo sabía todo.
- ¿Y tú eres Justin cierto?––mi madre sonrió de forma presuntuosa, empezaba a buscar una manera de llevarme a hablar.
- ¿Y usted la encantadora Emily Stim? ––le sonrió, se acercaron e intercambiaron un abrazo que sería tierno, si no fuera porque yo conocía lo que estaba a punto de suceder en mi maldita vida.
- Bueno, bueno ––mi padre se levantó y se añadió a la conversación.
Mi madre le sonrió astuta, así le hacía callar. Pero aquella vez no lo hizo.
- Será mejor que dejemos que madre e hija vayan a pasear, tienen muchas cosas de las que hablar ––aquello era un acto cobarde pero que le convenía a mi madre.
- Claro ––dijo ella alegremente, me cogió y intentó llevarme afuera.
- Espera, espera ––dije desesperada, todos me miraron.
- ¿Qué ocurre? ––me preguntó algo asqueada.
- No me ha dado ni tiempo para saludar a los demás. ––Fui a Jess y la abrazé, a Jasmine en cambio de susurré en el oído: "tendrás que ayudarme".
Le sonreí, estoy segura de que mi madre se había dado cuenta de que le había dicho algo.
Me acerqué a Justin y le dí un beso corto, todo iba a cambiar después del primer cambio.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
- ¿Hablaremos pronto vale? ––intenté no parecer asustada.
Volví al lado de mi madre que me esperaba en la puerta tercera, que te llevaba a la parte trasera de la casa.
La seguí en silencio, intentando buscar manera alguna de encontrar una solución que no la decepcionará. Pero ni eso conseguiría.
- Te doy una semana ––dijo finalmente.
- Una semana, ¿para qué? ––Sabía para qué, pero aquello me daba una oportunidad para argumentar un seguimiento de mis sentimientos.
- No, no. Bárbara no voy a dejar que te destruya la vida. ¿Crees verdaderamente que es diferente a los demás? Mira lo que te ha hecho, te ha cambiado, te ha vuelto una inútil, no voy a dejar que esto siga durando. No, ¿entendiste? 
- Mamá, yo siento que irá bien.
- El corazón es traicionero, ya te lo enseñé. Además, lo prometiste. ¿Piensas defraudarme de tal manera?
Lo había prometido, era mi deber. Ella era la que buscaba lo mejor para mí, tenía que hacerlo.
- ¿Cómo lo hago? ––Pregunté finalmente. Me dolía el pecho, algo me estaba atravesando el corazón.
Sabía que no podía haber nada que me lo traspasará, pero era algo más que psicológico.
- Intenta que sea él, sino cuéntale que había sido un juego y que no sientes nada. No te derrumbes frente a él, ¿entendiste? 
- Claro mamá ––miré al suelo.
- Vuelvo a Dallas, en una semana te quiero allí. 
- ¿No puedes darme más tiempo? No quiero hacerle tanto daño...
- No ––gritó.
- En una semana estaré allí mamá.
- Ve a darte una vuelta y vuelve con una sonrisa de oreja a oreja. Austin me llevará al aeropuerto.
Se supone que debería de estar rota por dentro, pero ya sabía que esto iba a pasar. Lo supe desde el principio, aunque no lo quise ver.
Caminé torpemente y agarrotada me senté en un banco.
He de decir que el jardín trasero de la mansión Villegas es algo muy especial, es como mágico, me tranquiliza lo verde.


Miré de reojo a la puerta. Justin estaba en su habitación y yo tenía que dejarlo cuanto antes, no podía seguir viviendo atormentada, no de aquella manera.
Llamé lentamente y esperé a que él me abriera sonriente.
No iba a hacer precisamente lo que mi madre me encomendó, tenía algo mejor.
Le iba a contar a Justin lo de Alice, como la utilicé y metería que todo había sido como un juego, yo quería ser famosa y él tenía bastante para ofrecerme a modo mundial.
- ¿Qué te ocurre? ––me preguntó inseguro, no iba a ser buena actriz aquel día.
- Justin, tengo algo que contarte...