martes, 28 de diciembre de 2010

Treinta y tres.

El silencio se prolongó.
No teníamos nada que decir, ni tan siquiera de que discutir a pesar de que ella tendría muchas cosas para echarme en cara.
Alice tosió incómoda por la situación.
- Hablando de Jasmine, ¿dónde esta ella? ––pregunté disimulando algo de interés. Todo el interés que tenía me reconcomía, pero no por Jasmine, sino por Bárbara y su despertar. 
¿Qué haría cuando ella abriera los ojos y se tomará conmigo por delante? ¿Cuánto tiempo tardaría en despertar? ¿Le dirían algo a sus padres por haber estado ingresada? ¿Y qué pasaría cuando los paparazis se enteraran de que estaba en un hospital?
- Una chica llegó hace como media hora preguntando por el estado de Bárbara, dijo que era una amiga de siempre y que tenía derecho de verla. Jasmine se ha ido con ella al jardín. 
- ¿Crees que es una paparazzi cierto? ––miré con descaro la puerta del quirófano.
- No sé, pero bastante tendrá con el dolor que sentirá cuando se despierte. No quiero que se preocupe por los paparazzis, no quiero que se agobie con su madre. No quiero que llore por... -- Calló, la miré esperando a que siguiera pero no lo hizo.
- ¿Por qué lloraría? -- Le pregunté acercándome más a ella. Es odioso admitir que si me dijera que ella lloraría por mi, aunque fuera una gran actriz, la perdonaría, la besaría hasta que dejara de respirar. Es odioso admitir que estaba loco por su amor, por que me amara tan solo un poco...
- Justin, tu móvil ––respondió señalando mi otro celular. Si, tengo varios. El que tiré por la ventanilla era el personal, este era como un localizador de mi madre y Scott.
Lo cogí sin apartarme de Alice, y atendí la llamada.
- ¿Justin? ¿Dónde estás? ––preguntó mi madre, parecía agobiada.
- Tranquila... Estoy de visita ––respondí sin apartar la mirada de Alice.
- ¿¡Tienes un viaje pendiente a Los Angeles y te entretienes viendo a una chica!? ––Ya no estaba agobiada, estaba enfurecida.
- Lo siento, pero no puedo ir ––repuse tranquilo y sumiso.
- No, no. ¡Ya basta de mimarte! Ahora mismo me dices donde está y que Kenny vaya a por ti. ––Era su sentencia, la mía era atender a mi corazón.
- Lo siento mamá, de verdad que lo siento... Pero esto es importante para mi.
- Vas a destruir tu sueño...
- Lo sé.
- Justin... Yo...
- Mamá, en varios días volveré. Pero ahora, mi deber está aquí.
- ¿Qué es lo que sucede?
- No... te lo puedo contar mamá. Adiós, apagaré mi móvil.
- No ––corté la llamada y apagué el móvil volviéndolo a guardar en mi bolsillo.
Alice me miraba aturdida. Nunca le ocultaba nada a mi madre, pero no era la primera cosa que le ocultaba desde que Bárbara estaba en mi vida. Y aunque sonará raro. Era lo mejor que podía hacer.
Otra chica con una bata y una lista salió de la sala donde estaba mi Bárbara.
Miró atentamente mi rostro y sonrió.
- Ya esta en planta. Acompáñeme ––dijo, se dio la vuelta y comenzó a andar.
Le eché una breve mirada a Alice y seguí a la chica.
Me dejó frente a una puerta, pero no se marcho ni cuando la abrí.
- ¿Qué le ha pasado? ––preguntó. ¿Cómo no podía saber que le había pasado si era enfermera o algo así? Bueno, que trabajaba en aquel hospital.
- ¿Qué? 
- No dicen que le pasa, soy una gran fan de ambos. Ella es muy linda ––repuso con una sonrisa amplía.
Pensé en varias respuestas, pero me quedaba en blanco.
- Una bajada de azúcar muy grabe ––dije tontamente. Era lo más estúpido que podía decir, pero la chica se conformó y me tendió su carpetilla.
- ¿Me la firmas? ––preguntó inocentemente.
Se la firmé y entré a la habitación. Cerré la puerta y me apoyé en ella aturdido.
¿Qué tenía que hacer ahora?
¿Debía acercarme a ella... o tal vez era mejor que me sentará en el sillón y dejará pasar las horas hasta que despertará?

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