domingo, 5 de diciembre de 2010

Tercer EXTRA.

Robert, el mejor amigo de Ed fue el último. 
Llegué a mi casa tras salir del instituto, no me había costado mucho dejar a Robert, solo tuve que hacer una pequeña pelea entre amigos y dejarlo "por que no quería hacerle más daño".
Yo quedé como la buena. Eso era lo que mi madre llevaba enseñándome desde el principio.
- ¿Cómo te ha ido? ––me preguntó saliendo de la cocina con una gran sonrisa.
- Mucho mejor, me he pasado dramatizando, pero al parecer he conseguido quedar mejor todavía. Ed ha estado todo el día a mi lado abrazándome.
Me quité la chaqueta y la guardé en el ropero.
Mi madre me miraba asombrosa apoyada en el marco de mi habitación.
- ¿Qué tengo que hacer ahora? ––le pregunté con una sonrisa.
- Ahora es el momento de que lo planees tú.
- ¿Yo? Mamá, no sé ni a por quién tengo que ir.
- Si que lo sabes, piensa.
Me pegué tres minutos buscando quien podría ser, alguien que me hiciera subir un escalón más. 
- ¿Derek? ––pregunté poco convencida.
- No te haría incrementar potencial.
- Me rindo, no sé quien sería el siguiente.
- El más importante...
- ¿Edward? ––pregunté algo cautelosa.
- Si, es hora de devolvérsela. Aunque ya está obsesionado contigo.
- ¿Tú crees?
- Se ha pegado todo el día consolándote. O le van los chicos, o está enamorado perdidamente de ti y no sabe como conquistarte.
- ¿Tengo que hacerle que me pida salir?
- Tienes que volverlo loco.
Tragué saliva.
- ¿Cómo?
- Jugando con él.


Era sencillo. 
Solo necesitaba hacerle creer que lo quería y luego parecer confundida.
Me pegaba así las semanas.
Ed, acabó verdaderamente enamorado por mí, tanto que cuando me fui del instituto a los quince años me hizo quedarme una hora más por allí para hablar conmigo.
- Razona Bárbara, mi familia puede acogerte. No te faltará nada y no tendrás que abandonar los estudios ––pedirle a una persona que se quedará en su casa no era algo muy inusual en los amigos.
- No puedo, tengo que ayudar a mi madre ––dije acariciándole la cara con las yemas de los dedos.
Cerró los ojos, cogió mi mano y se la llevó a su corazón.
- Necesito que te quedes conmigo ––susurró.
- Ed, no puedo. Yo tengo que abandonar esto, tengo que buscar un empleo y ayudar en casa. ––Le quité la mano forzadamente y le miré a los ojos. Conté hasta tres y las lágrimas comenzaron a caer lentamente por mis mejillas.
A Ed se le partió el corazón, una de las mejores cosas era el drama.
- Bárbara, yo te quiero ––musitó, secándome las lágrimas con un dedo.
- Yo... lo siento Ed, pero me tengo que ir. Adiós ––me dí la vuelta y comencé a andar en dirección a la salida del gimnasio.
- Bárbara ––me volvió a llamar, no me dí ni la vuelta y seguí caminando.


Ed había sido el motivo de todo el disparate, pero mi madre me convenció a llevar esto a más lejos, a hacer de mi algo grandre. Por eso, siguió entrenándome para que un día me ganará la vida costeándome de otro.

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