miércoles, 8 de diciembre de 2010

Veintiocho.

- Tiene que salir bien todo, venga Bárbara ––me repetí frente al espejo.
Había cambiado todo. ¿Dónde estaba la fuerza que antes me llenaba? Ah, sí. Justin Bieber me había convertido en alguien dependiente de sus besos. De esos besos que no debería de estar extrañando.
Sabía perfectamente que esto no era lo que tenía que haber pasado. Nada de esto era lo que me habían promulgado.
Y yo tenía que volver a pensar con inteligencia y dejar el corazón de lado.
Hay tres modos de ver las cosas, con inteligencia, con la cabeza y con el corazón. Este último había sido con el que llevaba relacionándome más en estos dos últimos meses y no debería haber pasado así.
¿En qué se diferencia la inteligencia de la cabeza?
La cabeza solo te da las opciones y un finito contundente, y la inteligencia; de las opciones que te da la cabeza te saca más probabilidades, soluciones y razones.
El corazón simplemente es cuando te dejas llevar por los malditos impulsos.
Tener una mente combinada con la inteligencia no es fácil de conseguir, cuesta mucho ser inteligente a la hora de tomar decisiones definitivas.
En aquel momento me había olvidado de como se hacía, no podía planificar nada y estábamos a punto de aterrizar.
- Cielo, ¿estás bien? ––me preguntó Pattie desde afuera.
- Si, solo un poco mareada. Enseguida salgo ––contesté respirando profundamente.
Hay cosas que nunca conseguiré entender, nunca sabré que hizo Justin Bieber para trastornar mi mente de tal manera que toda un vida de enseñanza, logrará hacerme olvidar todo lo aprendido.
Nunca sabré por que solo él conseguía calmarme cuando no veía un fin bueno. Nunca entenderé por que siendo alguien por el que no debía sentir nada, lo amaba de tal manera que me daba igual lo demás.
Salí y me senté en el asiento con Justin, el seguía escribiendo con su manager. Miré a la nada y esperé a centrarme en algo diferente que no fuera los nervios que tenía por saber el destino de mi madre.


- Yo estaré contigo siempre ––intentó tranquilizarme Justin abrazándome.
Frente a la mansión Villegas todo se volvía más sofocante.
¡Malditas jugadas de la cabeza! Qué difícil me era estar estable con Justin al lado, hacía que me alteraba de todos los modos posibles.
- Claro, Justin ––salí de la limusina y me encaminé a la puerta. Allison me abrió, no me fijé ni siquiera si Justin me seguía o no, intentaba parecer indiferente.
- ¿Papá? ––Le llamé entrando en el salón, toda la familia se encontraba en los sofás, y cuando digo toda incluyo a mi madre.
- ¿Ves Emily? Te dije que estaría al llegar ––dijo Jess, la madre de Jasmine.
- Hola mi vida ––mi madre se levantó y me abrazó fuertemente. Parecía feliz, había cambiado físicamente.
- ¡Mamá, mamá! ––cuando terminé de abrazarla me llevé las manos a la cabeza y la miré maravillada. Solo esperaba a que hablará, pero no lo hizo.
Justin llegó a mi lado y me abrazó por atrás, mi madre le inspeccionaba discretamente.
En el momento en que siseo me dí cuenta de que se había dado cuenta. Tan simple como aquello, ella sabía que yo sabía que ella lo sabía todo.
- ¿Y tú eres Justin cierto?––mi madre sonrió de forma presuntuosa, empezaba a buscar una manera de llevarme a hablar.
- ¿Y usted la encantadora Emily Stim? ––le sonrió, se acercaron e intercambiaron un abrazo que sería tierno, si no fuera porque yo conocía lo que estaba a punto de suceder en mi maldita vida.
- Bueno, bueno ––mi padre se levantó y se añadió a la conversación.
Mi madre le sonrió astuta, así le hacía callar. Pero aquella vez no lo hizo.
- Será mejor que dejemos que madre e hija vayan a pasear, tienen muchas cosas de las que hablar ––aquello era un acto cobarde pero que le convenía a mi madre.
- Claro ––dijo ella alegremente, me cogió y intentó llevarme afuera.
- Espera, espera ––dije desesperada, todos me miraron.
- ¿Qué ocurre? ––me preguntó algo asqueada.
- No me ha dado ni tiempo para saludar a los demás. ––Fui a Jess y la abrazé, a Jasmine en cambio de susurré en el oído: "tendrás que ayudarme".
Le sonreí, estoy segura de que mi madre se había dado cuenta de que le había dicho algo.
Me acerqué a Justin y le dí un beso corto, todo iba a cambiar después del primer cambio.
Un escalofrío recorrió mi espalda.
- ¿Hablaremos pronto vale? ––intenté no parecer asustada.
Volví al lado de mi madre que me esperaba en la puerta tercera, que te llevaba a la parte trasera de la casa.
La seguí en silencio, intentando buscar manera alguna de encontrar una solución que no la decepcionará. Pero ni eso conseguiría.
- Te doy una semana ––dijo finalmente.
- Una semana, ¿para qué? ––Sabía para qué, pero aquello me daba una oportunidad para argumentar un seguimiento de mis sentimientos.
- No, no. Bárbara no voy a dejar que te destruya la vida. ¿Crees verdaderamente que es diferente a los demás? Mira lo que te ha hecho, te ha cambiado, te ha vuelto una inútil, no voy a dejar que esto siga durando. No, ¿entendiste? 
- Mamá, yo siento que irá bien.
- El corazón es traicionero, ya te lo enseñé. Además, lo prometiste. ¿Piensas defraudarme de tal manera?
Lo había prometido, era mi deber. Ella era la que buscaba lo mejor para mí, tenía que hacerlo.
- ¿Cómo lo hago? ––Pregunté finalmente. Me dolía el pecho, algo me estaba atravesando el corazón.
Sabía que no podía haber nada que me lo traspasará, pero era algo más que psicológico.
- Intenta que sea él, sino cuéntale que había sido un juego y que no sientes nada. No te derrumbes frente a él, ¿entendiste? 
- Claro mamá ––miré al suelo.
- Vuelvo a Dallas, en una semana te quiero allí. 
- ¿No puedes darme más tiempo? No quiero hacerle tanto daño...
- No ––gritó.
- En una semana estaré allí mamá.
- Ve a darte una vuelta y vuelve con una sonrisa de oreja a oreja. Austin me llevará al aeropuerto.
Se supone que debería de estar rota por dentro, pero ya sabía que esto iba a pasar. Lo supe desde el principio, aunque no lo quise ver.
Caminé torpemente y agarrotada me senté en un banco.
He de decir que el jardín trasero de la mansión Villegas es algo muy especial, es como mágico, me tranquiliza lo verde.


Miré de reojo a la puerta. Justin estaba en su habitación y yo tenía que dejarlo cuanto antes, no podía seguir viviendo atormentada, no de aquella manera.
Llamé lentamente y esperé a que él me abriera sonriente.
No iba a hacer precisamente lo que mi madre me encomendó, tenía algo mejor.
Le iba a contar a Justin lo de Alice, como la utilicé y metería que todo había sido como un juego, yo quería ser famosa y él tenía bastante para ofrecerme a modo mundial.
- ¿Qué te ocurre? ––me preguntó inseguro, no iba a ser buena actriz aquel día.
- Justin, tengo algo que contarte...

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