jueves, 30 de diciembre de 2010

Treinta y cuarto.

Decidí sentarme en el sillón y esperar pacientemente a que llegará la hora de las visitas, quedaría como un cuarto de hora más o menos.
Comencé a andar en dirección al sillón mirándolo firmemente, pensé en tener la mente en blanco... pero cuando llegué a su lado me paré en seco y quedé como un estúpido plantado en aquel lugar mirándola a ella.
Era irracional, pero no podía seguir.
Rendido, me acerqué más a su camilla y dejé un espacio de un paso entre ella y yo. De pie, la miré fijamente.
Intenté decirme a mi mismo que no valía la pena estar así por ella, que ella no valía nada... Pero la razón no mandaba en mi corazón.
Todo el mundo tiene al menos una flaqueza, la mía eran varias; mi familia y la mayor de todas, ella.
Mi debilidad era ella, todo lo que sentía por ese ser era grande, indiscutiblemente poderoso y hermoso. Aunque me hiciera daño nunca podría dejar de amar a ese ser, nunca podría decirle a cualquier petición que me llegará de su parte un; NO.
Se puede decir que debería de aprender una lección de todo esto, ¿sabéis cuál encontré yo? Que nunca jamás me rendiría, que todo lo que había visto en ella, cuando perdía la compostura, cuando me sonreía, cuando había llorado... Todo aquello, no podía ser inventado. Tenía que ser real, estaba seguro de que lo era, no me iba a rendir por que ella hubiera dicho lo contrario.
Pueden decir que estaba ciegamente enamorado, pero ciego no era. Lo veía claro, en mi corazón. 
Yo creí desde un principio que ella era manipuladora, pero también había visto que aveces perdía el rumbo y dejaba de maquinar todo.
Acaricié una de sus mejillas.
Estaba más blanca de lo que era, pero seguía teniendo un sonrojado color en sus bonitas mejillas.
Su rostro dormido era lo más bello que cualquier persona hubiera podido imaginar. Era hermosa, era impactante.
Respiré hondo y busqué una silla para sentarme lo más cerca de ella que pudiera.
Yo siempre supe que ella tenía un objetivo, que tenía una técnica... no me imaginaba que me quisiera para esto, pero yo también tenía un propósito; y lo conseguiría.
Antes de sentarme en la silla besé su frente.
Siempre me he preguntado en que momento empecé a quererla con tanta ímpetu, era imposible saberlo. Creo que la quise desde el primer momento en que la vi, recuerdo como vibre al coger su cabeza tras esa caída que tuvo en la discoteca. Recuerdo cuando habló por primera vez conmigo, el timbre de su voz, recuerdo el primer cruce de nuestros ojos, eran enigmáticos, recuerdo como me había hecho sentir desde entonces.
Ella me había causado una gran impresión cuando la conocí, las horas que no pasaba con ella en aquellos primeros días eran largas y aburridas, anhelaba volver a verla en cada instante. 
Y cuando la besé por primera vez... sentí que el mundo no sería lo mismo sin ella, sabía que desde que la encontré todo sería distinto, todo tendría sentido.
Miré otra vez su cara, las curvas de su cuerpo tumbado... Ella me hacía sentir de una manera distinta solo con estar presente en la misma habitación.
Sé que no debería por todo lo que un día mi madre me enseñó respeto al amor, a lo confundida que puede llegar a estar una persona cuando sé es adolescente... Pero yo había sentido muchas cosas por otras chicas y lo que Bárbara me había hecho sentir desde el principio era puro.
Volvería a perder la virginidad con ella aunque hubiera sabido que esto pasaría.
Yo opino que el amor nunca se desvanece si las dos personas amadas se respetan y se demuestran el cariño necesario todo los días.
La puerta se abrió y Jasmine apareció con su sonrisa habitual, siempre le ha gustado parecer fuerte aunque fuera la más débil de todas las mujeres.
Alice la seguía y tras ellas otra chica más, supuse que sería la chica de la que me había hablado Alice hacia un rato.
Miré a Bárbara una vez más y me levanté de la silla.
- ¿Ha tenido fiebre o algo? ––me preguntó Jasmine.
- No... solo ha dormido ––respondí tranquilo.
- Vale ––repuso a media voz.
La chica más bajita que Alice y Jasmine se acerco a Bárbara en el otro extremo de la cama y le acarició la mano, se agacho y le sonrió.
No le veía el rostro, pero tenía un pelo rizado y moreno. Su piel sería de un tono más claro que el de Jasmine. No dejaba de acariciar su mano, me puse un poco nervioso. ¿Qué le estaba haciendo? 
- Justin está es Caroline ––Alice cogió a la chica de la mano y ella levantó la mirada. 

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