lunes, 12 de septiembre de 2011

Extra.

Primer Beso.
Recordar el primer beso que te dan, suele ser lo más sencillo. En mi caso, no lo recuerdo, tampoco me importa mucho. Nunca había "besado con el corazón", ni tampoco tenía pensado hacerlo. Si te entregas a una persona totalmente, solo obtendrás una cosa: el billete a tu destrucción. Las situaciones hay que manejarlas con la cabeza fría, no dejarse llevar por el momento y lo más importante: no dejar que una persona sea tu único planeta. Es como el universo, la galaxia, los astros, y nosotros, que nos llamamos terrestres pero a saber qué somos. Los científicos, ¿qué hacen? Buscan la manera de llegar a otros planetas, ¿para qué? Para que el día de mañana cuando esté falle nosotros tengamos un recurso útil en el que seguir con vida. Pues el amor y la vida es igual, siempre hay que tener más. Y en aquel momento me tocaba pensar con lógica, aunque no estaba muy centrada. Me desperecé en la cama y saqué un boli y un cuaderno de la mesita de noche que tenía a mano. Comencé a escribir una lista sin nombre, aunque en mi mente ya la tenía "primer beso". No, no era mi primer beso, ese que no recuerdo. Era el que tenía que darle a Justin Bieber para engatusarlo totalmente, aunque parecía difícil poder llegar a tanto control con él.
" Situación dramática. Una pelea, un momento de "extraño a mamá", un "te quiero pero sé que no puede ser"...
Situación romántica. Reconciliación, palabras románticas, palabras intimas...
Situación desesperada. Hacerle ponerse celoso, utilizar sus amigos, gritos, insultos...
Situación patética. Pedirle que me bese.
Situación animal. Buscar su beso.
Situación enérgica. Que busque mi beso.
Situación obligatoria. Saber que tipo de beso darle. "
Releí la lista, me tocaba tachar y redondear.
Segunda cuestión que tenía que hacer antes de volver a profundizar en un sueño, lugar de aquel primer beso.
Le dí al vuelta a la hoja y comencé de nuevo a escribir.
" Tiendas, playa, casa, cuarto a solas, limusina, bajo las estrellas, bajo el sol brillante, en una piscina, en la cocina, en unos premios, en un descuido... "
Observé el folio, iba a ser más difícil que el resto. Bufé, mis parpados empezaban a pesarme.
Arranqué la hoja del cuaderno y la doblé, abrí la cremallera de la almohada y la introduje allí, volví a cerrarla y la dejé detrás de mi espalda. Cerré el cuaderno y lo guardé en el mismo cajón de la mesita de noche de dónde lo había hallado y metí también el boli. Me recosté de nuevo en la cama aún con la lampará encendida. Si hubiera estado mi madre, seguramente me hubiera negado rotundamente que fuera a por Bieber. Habría notado que había magnetismo, pero iba a demostrarle que era fuerte, que podría llevarme el premio y que no iba a caer como ella ante mi padre, que era lista. Pero hubiera estado bien que me ayudará a elegir, que me diera consejos, esas palabras que ella sabía utilizar, en el momento exacto, ni antes ni después... Suspiré, "¡hay mamá cuánto necesitaba tenerte cerca!" Apagué la luz de la lámpara y me tapé hasta el cuello con las sábanas. Recordé como Justin Bieber me había acomodado la noche de la discoteca, él ya había demostrado su debilidad por mi, pero seguía teniendo competencia y la competencia es sana, pero no la necesitaba cuando iba a por el premio gordo. Tenía que deshacerme de ellas-
Volví a bufar, más y más listas por hacer... ¡con lo fácil que me resultaban los chicos de Dallas! Claro, pero ellos no me interesaban como este, este, era mi pasaporte a la vida grande, todo tenía que salir a la perfección, sin fallos ni desvíos.
Cerré los ojos para intentar hallar el sueño pero solo conseguí pensar más y no en lo que creía sino en él, estaba pensando en Justin Bieber. No en cómo conseguirlo, sino... en cómo sentirlo, el primer beso con Justin Bieber... ¿por qué me resultaba tan atrayente ese pensamiento? Era sólo un beso, nada especial...

viernes, 9 de septiembre de 2011

EXTRA.

Un primer momento.

La primera vez que miras a alguien a los ojos, estás mostrando que deseas saber más... pero a lo mejor con una sola mirada tienes suficiente para darte cuenta de que todo lo que puede ser de esa persona, jamás podría describirlo con palabras.
Recordé sus ojos verdes agua, recordé como mi piel se erizó mientras ella se sentaba bien en el coche. Recordé como no pude apartar la mirada de ella ningún segundo a partir del primer cruce de miradas que tuve con ella.
Bárbara, así la había llamado Jasmine. Hermosa, deslumbrante y cautivadora. Temblé de pies a cabeza. 
¿Habéis sentido alguna vez que esa persona está hecha para ti nada más verla? ¿sin saber de su nombre o de dónde viene? Sin saber su historia...
Sabía que ella era para mi, lo había sentido, lo había... vivido. Quizás en algún sueño, quizás en mi imaginación... pero una vez antes de verla, ella ya había pasado por mi cabeza.
Suspiré y volví a recordar como la vi de lejos moviéndose en aquella discoteca, senxual y exitante.... como cuando me acercaba a ella más me enganchaba, su pelo cayéndole liso hasta la cintura, sus manos de porcelana encima de su cabeza moviéndose sin cesar, sus caderas bailando al ritmo de la música, sus pies plantados en el suelo pero con su ligero movimiento hacía los lados... y como al llegar a ella, en vez de tocarle la espalda para que girase como tenía pensado, me empujaron y choqué contra ella haciendo que se estampará contra el suelo. Recordé como, aún tirada en el suelo y casi derilando, se la veía fuerte y hermosa.
Y su perfume me envolvió en el auto, cuando la llevaba en mis brazos e intentaba apartar la mirada de su cuerpo una y otra vez, mientras Chaz me hablaba sobre la chica que acababa de conocer en la discoteca... y sentí como se removía en mis brazos... cuando pude hablarle... como deseaba que estirase la cabeza y me mirara directamente a los ojos, sin vacilación alguna... y cuando lo hizo, fueron como si mil cohetes explotaran dentro de mi estómago, bramando que era hermosa como nadie, que era perfecta, que tenía que ser mía.
Me recosté en el sofá, y dejé caer mi cabeza atrás. Ya sabía cuál era su habitación, me propuse ir una y otra vez a verla por el camino de regreso a casa, pero me resigné por mil y una razones que decían que era un locura. ¡Me había enamorado-obsesionado a primera vista! ¿A qué persona de dieciséis años con el mundo a sus pies le sucede algo así? ¡Solo a mi! Pero yo ya supe que la quería, la quería, la quería, la quería. Quería casarme algún día con ella, compartir el resto de mis días con ella, que llevará mi apellido, que tuviéramos hijos. Quería que nada fuese más importante para ella que estar conmigo como yo en aquel momento vi que solo me importaba que ella se enamorará de mi.

sábado, 8 de enero de 2011

Final (treinta y ocho, treinta y nueve).

Treinta y ocho.
#Justin.
Bárbara estaba preciosa, algo más tostada de piel. Supuse que haber ido de programa en programa inventándose cosas le había sentado perfectamente.
Pero tras dos años sin verla... Seguía cautivadora.
- ¿Por qué lo dejasteis?––preguntó una periodista. Scott me dijo que me anticipara a sus respuestas, no podíamos dejar que siguiera arruinando mi carrera...
- Me dejó por que se iba con su madre ––contesté sin apartar la mirada de la cámara que nos grababa.
- ¿No te habías cansado de ella? ––preguntó una periodista mirando a Bárbara.
- Nunca me habría cansado, estaba enamorado por entonces de ella ––afirmé.
- Bárbara. ––Stellla quería que hablará.
Vamos, quiero ver de lo que eres capaz.
- No tengo nada que decir ––dijo firme.
- ¿Qué, ahora te da miedo seguir mintiendo? ––susurré.
- ¿Dijiste algo Justin? ––preguntó Stella.
- Nada. ––Observé como Bárbara agachaba la cabeza.
- ¿Intentasteis volver alguna vez? ––preguntó otro periodista.
- Si, pero yo no era el único.
- Bárbara ––Stella quería salvarla, se la veía engatusada por ella. No merecía tanta consideración.
- Prefiero que siga contando lo que quiera ––murmuró.
- ¿Acaso miento? ––pregunté.
- ¿Acaso estás seguro de lo que hablas? ––preguntó.
- No me vuelvas loco, he estado entrenándome psicológicamente. Tú ya no puedes conmigo ––me enfadé.
- No eres el único que ha progresado.
- ¿Ahora eres más cínica?
- ¿Y tú más capullo? ¿Qué pasa tu novia te ha dejado?
- Me dejó por que había tenido algo más privilegioso entre sus manos y no quería dejarlo escapar.
- Chicos, chicos.––Stella se metía por medio.
- ¡Cuánto siento tu desgracia!
- Tú no tienes corazón, no puedes sentir nada.
- ¡Cuánta razón llevas!, no se puede sentir nada por un famoso que engaña y manipula.
- La única manipuladora que hay en este plató eres tú.
- Seguro ––me guiñó un ojo.
- ¡Eh, basta! ––La gente empezó a aplaudí.
- Siento que tu primera vez te costará tanto ––susurró.
- ¿Qué?
- No decías que era una manipuladora cuando me llevaste a una cascada para practicar sexo a escondidas. 
Me levanté furioso de la silla y me puse frente a ella.
- ¿Y quién abortó sin avisar de que llevaba en su útero un hijo? 
- Te dije que no era tuyo.
- No estuviste con nadie más.
- ¿Y tú que sabes?
- Por que lo siento.
- También sentiste el placer, ¿no? Te gustó, claro por eso querías repetir. Por eso no me querías dejar.. Nadie te hacía lo que yo ––sonrió.
- Yo lo hice por que sentí algo, tú lo hiciste para mantenerme a tu lado.
- Si te hubiera querido a mi lado, no hubiera abortado nunca.
Nos miramos de frente, me fundí en sus ojos. 
¿Qué estaba haciendo?, ¿qué estaba pasando? ¿Por qué tenía que odiarla, despreciarla de aquella manera si no podía quitármela de la cabeza?
Me empujó suavemente, se levantó y se marchó. Me quedé paralizado viendo como se marchaba. 
Todo el mundo permanecía en silencio.
Me llevé las manos a la cabeza y respiré hondo, sabía que acababa de defraudar a muchas personas que confiaban en mis promesas ciegamente... Pero era lo que había, yo lo hice y no me arrepentía.
Salí del plató en silencio y también salí del edificio. Comencé a caminar por las calles de Los Angeles en silencio. 
- ¿Justin? ––aquella voz me sonaba, me giré y vi a una chica morena de rizos perfectos y unos grandes marrones.
Me quedé pensando quién podría ser, la conocía. Estaba seguro de ello.
- ¿Caroline? ––pregunté.
- Si, ¿ya habéis arreglado lo vuestro Bárbara y tú?
- ¿No viste la prensa?
- ¿Yo? No creo en la gente que se dedican a inventar. 
- Pues Bárbara es una que se dedica a ello.
- Pero si la entiendes, saber por qué actúa.
- No se puede entenderlo que hace.
- Ella lo hace para no defraudar a su madre... No deberías dejar que siguiera en sus manos, yo vi como te miraba... Ella te amaba y te ama. Quién ama una vez, ama por siempre.
- ¿Cómo que por su madre?
- Si, su madre sigue con esa idea paranoica de que los famosos destruyen las vidas, esas idioteces... Bárbara solo hace lo que ella le dice que haga.
- Sigo sin entenderte.
- Justin... Bárbara te dejó por que su madre le enseñó que eso es lo que tenía que hacer.
- ¿Entonces...?
- Ella te ama.
- No lo creo..
- Justin, hazle frente... Dijiste en una entrevista que cuando ella desvariaba estabas seguro de que hablaba de verdad.
- ¿No dijiste que no crees lo que dicen?
- No creo lo de ellos, pero sé cuando dicen la verdad.
- ¿Qué?
- Búscala ––me animó. No se por qué lo hice, pero salí corriendo, comencé a correr al edificio donde había estado para la entrevista y subí al plató.
Mi madre me dio frente.
- Justin ––me llamó.
- Ahora no mamá, tengo que buscar a alguien.


Treinta y nueve. 
#Bárbara.
- ¿Cómo pudiste callarte semejante monstruosidad? ––me preguntó mi madre sentada en la limusina.
- ¿Cómo iba a decirte que te había fallado? Vamos mamá, estaba cometiendo tus mismo errores. No... te dije que nunca te defraudaría. ––Miré por la ventana. He visto en un momento que he hecho tanto... para que me saliera mal al final.
He quedado como un monstruo sin corazón y me daba igual.
Había hablado con Justin, lo había tenido a dos centímetros, su aliento había rozado mis labios. Había pensado en robarle un beso, pero él tenía otra chica.
Estúpida fui, me dije a mi misma.
<<Todo se puede arreglar>>
¿Otra vez tú?
<<Siempre yo.>>
Hacía tiempo que no te escuchaba.
<<No tenía nada que hacer contigo>>
¿Y ahora?
<< Justin te quiere, tú le quieres...>>
- Yo nunca quise esto ––susurró mi madre.
- ¿De qué hablas mamá?
- Bárbara no quiero que sigas con esto.
<<Exacto, ahora tienes para arreglarlo todo bonita>>
- ¿Qué? ––pregunté a las dos, a mi madre y a la maldita vocesita.
- Será mejor que te vayas un tiempo con tu padre... Esto me está afectando mucho ––susurró.
- Mamá habla alto, ¿qué me estás diciendo que piensas abandonarme?
- No te estoy abandonando.. Te estoy dando tiempo para que recapacites y rehagas tu vida...
- Mamá me estás echando de tu vida.
- ¿Qué?
- Después de todo, eres tú la que me haces daño. Dejé a Justin, aborté un hijo... ¿Sabes cuánto duele pensar que mataste algo de tu sangre? Lo he dado todo para no fallarte, y ahora me fallas tú.
- Bárbara yo lo hago por tu bien.
- ¡Cállate de una maldita vez! ––grité con lagrimas en los ojos.
Me acerqué al porterillo y llamé varias veces al conductor.
- Pare ahora mismo.
- ¿Adónde vas?
- A donde quieres que vaya, como siempre, haré lo que me pides. Pero esta vez no volveré.
Salí del auto y comencé a caminar.
La gente me miraba, no podían dejar de mirarme. Seguro que pensaban algo como; "ahí va, la monstruo" o "mírala, tan inocente que parece y es una víbora"
¿Cómo iba a volver con mi padre? Seguro que él y su esposa también me odiaban.
- Maldito fuera el propósito de mi vida ––grité llorando.
-Quizás fuera el propósito, pero no es tu destino ––me giré.
- ¿Qué haces aquí Justin? ––pregunté aturdida, lo veía borroso, las lágrimas no me dejaban ver su figura perfecta.
- Solo recuperar lo que me pertenece ––se acercó a mi.–– Cásate conmigo ––murmuró en mi oído.
Puso sus manos en mis caderas y me atrajo a él, subió la derecha y agarró mi nuca. Se agachó un poco y acercó su cabeza a la mía, haciendo que nuestras frentes chocaran.
Sonreí estúpidamente.
Sus labios rozaron los míos, me miró y se mordió el labio inferior.
- ¿Qué me dices? ––preguntó a escasos centímetros de mi?
- ¿Por qué? 
- Yo sabía que te proponías algo, yo también. Y aunque me ha costado trabajo recordar el qué, hoy lo descubrí de nuevo. Te quiero siempre y para eso solo tengo que casarme contigo.
- ¿Y cómo sabes que haces lo correcto?
- No distingo lo correcto de lo incorrecto, aquí solo manda el corazón y mi corazón, mi alma, mis sentidos, hasta mi cabeza me piden que te tenga para siempre.
- ¿Y si te fallo?
- Nunca me fallarás, yo sé que nunca lo harás. Cásate conmigo.
- Claro que me casaré contigo ––susurré. Justin me cogió en vuelo y me dio un largo beso, el beso más esperado de mi vida. 

Treinta y siete.

La estancia en el hospital fue larga y a la vez corta, corta por que duró dos días y larga por que no podía pasar las horas sin pensar en que amaría a Justin por el resto de mi vida, que jamás mi madre lograría sacármelo de la cabeza.
Jasmine me acompañó hasta el avión y dí rumbo a Texas.


¿Alguna vez te has parado a mirar un reloj de frente?
¿Te has parado a ver pasar las horas, y pensabas que pasaban demasiado lentas?
No había nada en aquella casa de Dallas que me hiciera sentirme a gusto, sentía una presión sobre mi cabeza que no me dejaba siquiera pensar. Mi madre en cambio estaba preparándose para volver a tenerme fuerte psicologicamente.
Mi móvil en aquella semana no paraba de sonar, invitaciones a programas de cotilleo, Alice, Jasmine, hasta mi propio padre quería comunicarse conmigo. Pero a ninguna de esas numerosas llamadas contestaba. 
Habíamos pasado de vivir en un pequeño cuchitril piso, a un piso de lujo. Mi madre había empleado bien el dinero que había traído de Nueva York.
- Bárbara. -- Me llamóe desde la salita. Recordé como empezó todo. Recordé como al llegar al salón hacía años había una pizarra con un ataque personal escrito. Un esquema de lo que tendría que aprender... Ahora volvía a aquellos instantes tan extraños de mi vida.
Me levanté de la silla y la coloqué tras la mesa, había hablado literalmente cuando dije que me pasaba las horas frente a un reloj y contaba los minutos hasta la saciedad.
Llegué y me senté en el sofá, la miré esperando su plan.
- ¿Qué sientes ahora que Justin no está a tu lado? ––preguntó sumisa.
- ¿Qué? ––pregunté extrañada.
- Justin y tú parecíais muy unidos, ¿qué ocurrió para que todo aquel cuento de hadas terminará? ––seguía preguntando.
- Mamá, ¿qué haces?
- Preparándote para las entrevistas que tendrás en unos meses. ––Sonrió. 
Suspiré y miré al techo.
- ¿Qué tengo que responder? ––Pregunté.
- Da muchas vueltas al asunto, no contestes nunca la pregunta directamente. Si te exigen comienza a llorar y dí que esto te supera, que es muy duro para ti.
- A ver, no contesto nunca, si me piden lloro y me hago la débil, ¿eso quieres?
- Exacto.
- Mamá... No creo que pue ––me interrumpió.
- Hoy no, pero podrás ––se levantó.–– Quiero que busques respuestas a esas dos preguntas, todos los días te haré preguntas y deberás contestar como te pedí. En dos días volveremos a poner a tu mente antes que a la razón. No quiero volver a verte frente al reloj, es una memez. Te quiero espabilada todo el día.


- ¿Preparada? ––me preguntó mi madre en el camerino.
- Tranquila mamá, no podrá esta vez con mi mente. Justin Bieber no volverá a derrumbar el muro. ––Sonreí. Tras veintisiete meses de entrenarme psicológicamente, veré a Justin Bieber. Aquel ser por él que me pegué meses encerrada.
Había aceptado esta entrevista por que mi madre dijo que mis privilegios se estaban acabando, la gente ya no me reclamaba tanto y tenía que volver a subir. Habíamos intensificado mis horas de pruebas, y había estado con fotos de Justin y videos de cuando teníamos dieciséis años durante horas.
Le saqué la lengua e intenté darle de mi confianza a mi madre. 
- En tres minutos sales al plató. ––Me avisó un encargado, la verdad nunca he sabido como se denominan a esas personas que dirigen cuando sales o entras al plató.
- Buena suerte ––murmuró mi madre, parecía que ella se jugaba más que yo, que no solo me jugaba el corazón, sino la mente.
Abrí la puerta serena y segura de mi misma, seguí al regidor y me senté en una silla confortable que daba vueltas. Sonreí a los periodistas y miré al público.
- Gracias por haber accedido a una entrevistas cara a cara con Justin Bieber ––me dijo Stella, la presentadora.
- A usted por haberme invitado ––sonreí.
Vi entre el público a la madre de Justin con Scott, busqué a Kenny pero no lo vi, quizás ya no trabajará para Justin.
La gente empezó a aplaudir y el programa en directo empezó.
- Hoy, como ya dijimos desde hace dos semanas tenemos a los protagonistas del romance más perseguido en televisión e internet de todos los tiempos. Bárbara Swaith y Justin Bieber responderán a todas nuestras preguntas juntos, y en público. También conoceremos a la nueva chica que ronda a Bieber en sus conciertos. ––Dejé de atender a la presentadora, dejé de atender a todo. Acababa de darme cuenta de una cosa a la que había olvidado atender; yo seguía enamorada de Justin.
Todos se levantaron, me enjugué los ojos y miré al suelo. Intenté coger el hilo de la presentadora.
- Bienvenido Justin ––dijo Stella.
- ¿Qué tal Bárbara? ––Saludó Justin sentándose a mi lado.
- ¿Cómo estás tú Justin? ––Subí la mirada para encontrarme con la suya. La primera vez que lo miré a los ojos sentí escalofríos por toda mi espalda, aquella vez sentí como algo me pinchaba el corazón. Una mano estrujaba mis pulmones.
Justin no apartó la mirada y sonrió. Aguanté como pude, pero fui yo quién la apartó primero y miré a Stella.
- ¿Comenzamos? ––preguntó.
- Adelante ––contestó Justin.

martes, 4 de enero de 2011

Treinta y séis.

#Contado por Bárbara.
No sentía nada, absolutamente nada. No podía mover ninguna parte de mi cuerpo.
Miré a Jasmine aterrada. ¿Y ahora qué sería de mi? ¿Me quedaría sin mobilidad todo el resto de mi vida?
Tragué saliva, las lágrimas salían de mis ojos por doquier.
- ¡Está despierta! ––gritó, se levantó y se acercó a mi.
- Hola ––musité cerrando los ojos con fuerza.
- ¿Cómo estás? ––me preguntó otra voz, la voz que más odiaba por el simple hecho de que al escucharla mi cuerpo se estremecía, pero esta vez no me estremecí, pero si que sentí como mi pecho se abría y cerraba en dos segundos.
¿Alguna vez has sentido como algo que nunca imaginaste que existía apareciera y a la vez que te hacía feliz te hacía la persona más estúpida del mundo? El amor era eso, era algo que te hacía feliz y a la vez te volvía en un ser débil.
<<¿Y ahora qué?>> Me pregunté dolorida, no tenía nada planeado. Nunca creí que regresará, y menos tan pronto.
Jasmine agarró mi mano, vi como entrelazaba sus dedos con los míos y me sonrió con lágrimas recorriendo su rostro.
Opino que si alguien le da demasiada importancia a esto era ella, yo estaba... bueno no sentía nada, pero estaba bien, ¿no?. Es decir, respiraba, hablaba y podía dormir y despertar.
- Jasmine... déjame estar a solas cinco minutos con ella ––le pidió con una voz suave, sexy y que hubiera deseado no oír. Respiré más lentamente y entrecerré los ojos. Rogué que Jasmine fuera lista y no le permitiera quedarse ni un solo segundo conmigo a solas en lo que me quedaba de estancia en aquel lugar.
- Será mejor que vayas en busca de la doctora Bieber, Bárbara necesita ser examinada cuanto antes ––dijo ella negando de una manera sana su ruego.
- ¿Por qué no vas tú mejor? ––insistió él.
- Ve a por la doctora ahora Justin ––le ordenó. Tras varios segundos escuché la puerta cerrarse de un golpe.
Jasmine dejó de mirar a ella y me miró a mi, le sonreí.
- Y bueno, ¿cómo te encuentras? ––preguntó acariciando mis dedos con las yemas de los suyos.
- Estaré mejor ––contesté mirando mi mano. 
Escuché jaleo, intenté moverme pero no podía ni cambiar la cabeza de posición.
- ¿Está completamente despierta? ––preguntó una voz que yo ya había oído antes, supuse que sería la doctora que me dio los resultados del embarazo. Jasmine fijó sus ojos en mi.
- Más o menos ––contesté.
- Es normal, la anestesia tardará varias horas en dejar de tener efecto totalmente. ––Jasmine se alejó de mi soltando mi mano y la doctora Stephanie ocupó su lugar. Tocó varios botones y anotó algo en su carpeta. Supuse que estaría bien en un corto plazo.
- ¿Cuándo podré irme? Tengo a mi familia esperándome en Texas ––intenté parecer amable no quería que se tomara con que no soportaba el lugar, aunque realmente nunca me habían gustado los hospitales.
- Si la cosa va bien, mañana mismo podríamos darte de alta ––contestó sin parar de anotar.
- ¿Qué tiene que estar bien para que eso suceda?
- Tu cuerpo.
- Mi cuerpo está a la perfección.
- No me refiero a tu físico, sino a tu salud. Ya me comprenderás mejor en unas horas.
- ¿Dices que me podría doler algo o estar paralizada? ––Tragué saliva.
- Si, exactamente esas son unas de nuestras preocupaciones.
- Ajá ––resoplé.
- Todo saldrá bien ––susurró Jasmine, no la veía supuse que estaría más atrás de la columna.
- Bueno Jasmine, me tiene que acompañar un momento. En unas horas volveré a hacerle una corta visita señorita Swaith.
Si se llevaba a Jasmine eso significaba que me quedaba a solas con Justin, y eso no era para nada bueno. 
Vi a la doctora separarse de mi, Jasmine se acercó pero la siguió en silencio, y dos segundos después escuché la puerta cerrarse.
Esperé con los ojos abierto a lo inevitable, pero se acercó hasta dejar como dos pasos de lejanía entre ambos.
- Perdóname ––musitó. ¿Por qué me pedía perdón?
- ¿Qué? ––pregunté aturdida. 
- Lo siento, todo esto ha sido culpa mía... Yo ––le interrumpí.
- Bieber esto es culpa de ambos, no incluí un embarazo en todo esto, pero por suerte no he pasado nada. Pues marcharte en paz ––contesté mirando al suelo. Si de algo he aprendido y nunca olvidaré de mi madre es que las fuerzas se pueden sacar de otros.
- Pero si yo... ––volví a interrumpirle. Si le escuchaba podría darme por perdida, aunque ya estaba perdida, totalmente arruinada.
- Justin te he dicho que no es tu culpa. Yo me salí un poco y ya está. ¿Además quien te dijo que esto era tuyo? No has sido el único. ––Vi como Justin se hundía de nuevo, demasiado para él y demasiado para mi. Justin se marchó en silencio pegando un portazo. Cerré los ojos con fuerza rogando un milagro, el milagro de la muerte. Aquello era lo que yo deseaba, morir.
Escuché la puerta abrirse otra vez, no abrí los ojos temía que hubiera vuelto. ¿Y si me insultaba a la cara? Era lo que me merecía, lo sabía, pero no quería que lo hiciera. Confié en sus buenos modales y esperé.
- ¿Te has quedado dormida? ––Era la voz de Alice, abrí los ojos y le sonreí.
- Sólo intentaba olvidar la pesadilla ––y de mis ojos salieron un mar de lágrimas cristalinas que delataban el daño que me estaba haciendo a mi misma.

sábado, 1 de enero de 2011

Treinta y cinco.

La chica me miró con ojos rojos, parecía que quería llorar.
Tenía un tono de ojos marrón claro, su sonrisa fue temblorosa. Agachó la cabeza y volvió a mirar desconsolada a la recién operada.
- Hola ––susurró.
- Soy Justin. ––Fue lo único que le dije. Volvió a agacharse y acariciar su mano. Parecía que estaba más aterrada que una niña a la que se le desaparece la llama de la infancia, que no encuentra su muñeco para dormir.
- Lo sé ––murmuró. 
Miré a Jasmine que miraba a aquella chica con dulzura, Alice la miraba algo asustada. Volví a mirar a Bárbara, todos los presentes en aquella habitación hubiéramos dado cualquier cosa para que ella no sufriera, todos sabíamos que lo estaba haciendo.
Jasmine salió de la habitación y me hizo un gesto para que saliera con ella.
Rocé su camilla y salí.
- Justin... tranquilo, ella estará bien cuando despierte. He hablado con algunos médicos y me han dicho que puede que no sienta nada, y si siente... bueno que podrán darle más anesteciantes para que se le pase el dolor dormida. ––Jasmine intentaba consolarme, pero aquello solo hacía que me doliera más aún mi fallo.
Si yo no... si yo no hubiera hecho nada ninguna de las veces que lo hice, ella estaría... Quizás no hubieramos vivido tanto juntos y ella no hubiera seguido conmigo, pero no habría tenido que abortar con dieciséis años. No hubiera tenido que sufrir ningún dolor, ni mareo... nada por mi culpa. Por que podría haberlo hecho y habernos prótegido... pero no lo hice.
- Déjalo Jas, lo hice mal y...
- No Justin, no te eches la culpa. No la tienes.
- Cállate, tú no sabes nada.
- Yo sé mucho más que tú, así que no me mandes a callar por que el que no sabe que ha pasado realmente eres tú.
- ¿Qué no sé que ha pasado? Ella me dejó por que se habían acabado sus conveniencias, la he dejado preñada por no ser listo. Le he hecho un daño imnecesario. ¡Mírala! No me lo podré perdonar.
- Justin, cállate. ––Jasmine comenzó a llorar.
- Lo siento ––dije acercándome a ella, pero se echó para atrás esquivando mi abrazo.
- Será mejor que te marches. No quiero que cuando despierte te vea cerca. No serviría de nada verte por aquí. 
- No puedes hacerme esto. Yo necesito saber que estará bien, tú me llamaste para que viniera. 
- No sabía por que lo hacía, ahora lo sé y yo estaré para ayudarla.
- ¡No Jasmine! Yo no me marcharé de aquí hasta que no despierte y vea como está.
- Ju...
- ¡He dicho que no me iré!
Ambos nos miramos a los ojos, seríos e irritados. La puerta se abrió y Caroline salió por ella mírandome fijamente.
- Entra ––dijo con voz apagada. Jasmine asintió y sin mediar más palabra entró a la habitación. La chica se puso frente a mi y me miró.
Ella sacó una tarjetita de su bolsillo y me la entregó, puede resultar increíble, pero cuando la miré de nuevo a los ojos los tenía de un tono grisaseo.
- Cuando despierte llámame, tengo que volver a Dallas... No diré nada a su madre, ni a nadie. Pero no dejes que la lastimen. 
La chica empezó a caminar, cruzó a la derecha en el segundo pasillo y miré la tarjeta.
Me quedé con su nombre; Caroline Yettald.
Entré a la habitación y me senté en el sillón que desde un principio pensé que estaría.
Diría que la espera se me hizo corta, pero no fue así. 
Jasmine me llevaba las comidas allí y cuando Alice llegaba me iba a duchar a su habitación de hotel y volvía de nuevo. Dormir en aquel sillón no era nada cómodo.
Aburrido y cansado de no tener nada nuevo tras dos días, acerqué el sillón y apoyé mi cabeza al lado de su cuerpo, en la camilla. Cerré los ojos y poco a poco me quedé dormido.


Un grito me despertó, abrí los ojos y la miré aterrado. Se movía, gritaba y lloraba dormida. No podía pensar con claridad. Pulsé el botón de emergencias y las enfermeras acudieron.
La volvieron a anesteciar sin preguntarme nada.
La doctora Stephani entró a la habitación y comenzó a anotar datos.
- ¿Qué ocurre? ––pregunté.
- Nada... en unas horas despertará. Si lo hace... gritando... la volveremos a sedar.
- No es ningún animal para que la seden ––gruñí.
- No queremos que sufra ––me recordó.
Dejó de mírarme a mi y se acercó a ella, le colocó un mechón de pelo en su sitio y se marchó.
Busqué mi móvil, pero estaba apagado. No recordaba el número de ninguna de las dos por lo que me volví a sentar en el sillón y esperé paciente a que despertará, o que una de ellas apareciera por la puerta.
Tras varías horas, la puerta se abrió. Me levanté y Jasmine entró.
- Hola Justin ––dijo seria, sin mirarme. 
- Menos mal que llegaste, estará al despertar.
- ¿Seguro?
- Me lo dijo la doctora.
La cosa se había enfriado entre nosotros desde que me intentó echar y me resistí.
Yo no podía dejarla aquí, era el causante de su dolor y me quemaba que sufriera, me había matado haberla visto gritar y llorar. No era nada lo que le había pasado, había estado rabiando de dolor. Y más dolor sentiría después. Lo tenía asumido.
Nos sentamos cada uno en una esquina distinta de la habitación y centramos los ojos en ella.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Treinta y cuarto.

Decidí sentarme en el sillón y esperar pacientemente a que llegará la hora de las visitas, quedaría como un cuarto de hora más o menos.
Comencé a andar en dirección al sillón mirándolo firmemente, pensé en tener la mente en blanco... pero cuando llegué a su lado me paré en seco y quedé como un estúpido plantado en aquel lugar mirándola a ella.
Era irracional, pero no podía seguir.
Rendido, me acerqué más a su camilla y dejé un espacio de un paso entre ella y yo. De pie, la miré fijamente.
Intenté decirme a mi mismo que no valía la pena estar así por ella, que ella no valía nada... Pero la razón no mandaba en mi corazón.
Todo el mundo tiene al menos una flaqueza, la mía eran varias; mi familia y la mayor de todas, ella.
Mi debilidad era ella, todo lo que sentía por ese ser era grande, indiscutiblemente poderoso y hermoso. Aunque me hiciera daño nunca podría dejar de amar a ese ser, nunca podría decirle a cualquier petición que me llegará de su parte un; NO.
Se puede decir que debería de aprender una lección de todo esto, ¿sabéis cuál encontré yo? Que nunca jamás me rendiría, que todo lo que había visto en ella, cuando perdía la compostura, cuando me sonreía, cuando había llorado... Todo aquello, no podía ser inventado. Tenía que ser real, estaba seguro de que lo era, no me iba a rendir por que ella hubiera dicho lo contrario.
Pueden decir que estaba ciegamente enamorado, pero ciego no era. Lo veía claro, en mi corazón. 
Yo creí desde un principio que ella era manipuladora, pero también había visto que aveces perdía el rumbo y dejaba de maquinar todo.
Acaricié una de sus mejillas.
Estaba más blanca de lo que era, pero seguía teniendo un sonrojado color en sus bonitas mejillas.
Su rostro dormido era lo más bello que cualquier persona hubiera podido imaginar. Era hermosa, era impactante.
Respiré hondo y busqué una silla para sentarme lo más cerca de ella que pudiera.
Yo siempre supe que ella tenía un objetivo, que tenía una técnica... no me imaginaba que me quisiera para esto, pero yo también tenía un propósito; y lo conseguiría.
Antes de sentarme en la silla besé su frente.
Siempre me he preguntado en que momento empecé a quererla con tanta ímpetu, era imposible saberlo. Creo que la quise desde el primer momento en que la vi, recuerdo como vibre al coger su cabeza tras esa caída que tuvo en la discoteca. Recuerdo cuando habló por primera vez conmigo, el timbre de su voz, recuerdo el primer cruce de nuestros ojos, eran enigmáticos, recuerdo como me había hecho sentir desde entonces.
Ella me había causado una gran impresión cuando la conocí, las horas que no pasaba con ella en aquellos primeros días eran largas y aburridas, anhelaba volver a verla en cada instante. 
Y cuando la besé por primera vez... sentí que el mundo no sería lo mismo sin ella, sabía que desde que la encontré todo sería distinto, todo tendría sentido.
Miré otra vez su cara, las curvas de su cuerpo tumbado... Ella me hacía sentir de una manera distinta solo con estar presente en la misma habitación.
Sé que no debería por todo lo que un día mi madre me enseñó respeto al amor, a lo confundida que puede llegar a estar una persona cuando sé es adolescente... Pero yo había sentido muchas cosas por otras chicas y lo que Bárbara me había hecho sentir desde el principio era puro.
Volvería a perder la virginidad con ella aunque hubiera sabido que esto pasaría.
Yo opino que el amor nunca se desvanece si las dos personas amadas se respetan y se demuestran el cariño necesario todo los días.
La puerta se abrió y Jasmine apareció con su sonrisa habitual, siempre le ha gustado parecer fuerte aunque fuera la más débil de todas las mujeres.
Alice la seguía y tras ellas otra chica más, supuse que sería la chica de la que me había hablado Alice hacia un rato.
Miré a Bárbara una vez más y me levanté de la silla.
- ¿Ha tenido fiebre o algo? ––me preguntó Jasmine.
- No... solo ha dormido ––respondí tranquilo.
- Vale ––repuso a media voz.
La chica más bajita que Alice y Jasmine se acerco a Bárbara en el otro extremo de la cama y le acarició la mano, se agacho y le sonrió.
No le veía el rostro, pero tenía un pelo rizado y moreno. Su piel sería de un tono más claro que el de Jasmine. No dejaba de acariciar su mano, me puse un poco nervioso. ¿Qué le estaba haciendo? 
- Justin está es Caroline ––Alice cogió a la chica de la mano y ella levantó la mirada.