sábado, 1 de enero de 2011

Treinta y cinco.

La chica me miró con ojos rojos, parecía que quería llorar.
Tenía un tono de ojos marrón claro, su sonrisa fue temblorosa. Agachó la cabeza y volvió a mirar desconsolada a la recién operada.
- Hola ––susurró.
- Soy Justin. ––Fue lo único que le dije. Volvió a agacharse y acariciar su mano. Parecía que estaba más aterrada que una niña a la que se le desaparece la llama de la infancia, que no encuentra su muñeco para dormir.
- Lo sé ––murmuró. 
Miré a Jasmine que miraba a aquella chica con dulzura, Alice la miraba algo asustada. Volví a mirar a Bárbara, todos los presentes en aquella habitación hubiéramos dado cualquier cosa para que ella no sufriera, todos sabíamos que lo estaba haciendo.
Jasmine salió de la habitación y me hizo un gesto para que saliera con ella.
Rocé su camilla y salí.
- Justin... tranquilo, ella estará bien cuando despierte. He hablado con algunos médicos y me han dicho que puede que no sienta nada, y si siente... bueno que podrán darle más anesteciantes para que se le pase el dolor dormida. ––Jasmine intentaba consolarme, pero aquello solo hacía que me doliera más aún mi fallo.
Si yo no... si yo no hubiera hecho nada ninguna de las veces que lo hice, ella estaría... Quizás no hubieramos vivido tanto juntos y ella no hubiera seguido conmigo, pero no habría tenido que abortar con dieciséis años. No hubiera tenido que sufrir ningún dolor, ni mareo... nada por mi culpa. Por que podría haberlo hecho y habernos prótegido... pero no lo hice.
- Déjalo Jas, lo hice mal y...
- No Justin, no te eches la culpa. No la tienes.
- Cállate, tú no sabes nada.
- Yo sé mucho más que tú, así que no me mandes a callar por que el que no sabe que ha pasado realmente eres tú.
- ¿Qué no sé que ha pasado? Ella me dejó por que se habían acabado sus conveniencias, la he dejado preñada por no ser listo. Le he hecho un daño imnecesario. ¡Mírala! No me lo podré perdonar.
- Justin, cállate. ––Jasmine comenzó a llorar.
- Lo siento ––dije acercándome a ella, pero se echó para atrás esquivando mi abrazo.
- Será mejor que te marches. No quiero que cuando despierte te vea cerca. No serviría de nada verte por aquí. 
- No puedes hacerme esto. Yo necesito saber que estará bien, tú me llamaste para que viniera. 
- No sabía por que lo hacía, ahora lo sé y yo estaré para ayudarla.
- ¡No Jasmine! Yo no me marcharé de aquí hasta que no despierte y vea como está.
- Ju...
- ¡He dicho que no me iré!
Ambos nos miramos a los ojos, seríos e irritados. La puerta se abrió y Caroline salió por ella mírandome fijamente.
- Entra ––dijo con voz apagada. Jasmine asintió y sin mediar más palabra entró a la habitación. La chica se puso frente a mi y me miró.
Ella sacó una tarjetita de su bolsillo y me la entregó, puede resultar increíble, pero cuando la miré de nuevo a los ojos los tenía de un tono grisaseo.
- Cuando despierte llámame, tengo que volver a Dallas... No diré nada a su madre, ni a nadie. Pero no dejes que la lastimen. 
La chica empezó a caminar, cruzó a la derecha en el segundo pasillo y miré la tarjeta.
Me quedé con su nombre; Caroline Yettald.
Entré a la habitación y me senté en el sillón que desde un principio pensé que estaría.
Diría que la espera se me hizo corta, pero no fue así. 
Jasmine me llevaba las comidas allí y cuando Alice llegaba me iba a duchar a su habitación de hotel y volvía de nuevo. Dormir en aquel sillón no era nada cómodo.
Aburrido y cansado de no tener nada nuevo tras dos días, acerqué el sillón y apoyé mi cabeza al lado de su cuerpo, en la camilla. Cerré los ojos y poco a poco me quedé dormido.


Un grito me despertó, abrí los ojos y la miré aterrado. Se movía, gritaba y lloraba dormida. No podía pensar con claridad. Pulsé el botón de emergencias y las enfermeras acudieron.
La volvieron a anesteciar sin preguntarme nada.
La doctora Stephani entró a la habitación y comenzó a anotar datos.
- ¿Qué ocurre? ––pregunté.
- Nada... en unas horas despertará. Si lo hace... gritando... la volveremos a sedar.
- No es ningún animal para que la seden ––gruñí.
- No queremos que sufra ––me recordó.
Dejó de mírarme a mi y se acercó a ella, le colocó un mechón de pelo en su sitio y se marchó.
Busqué mi móvil, pero estaba apagado. No recordaba el número de ninguna de las dos por lo que me volví a sentar en el sillón y esperé paciente a que despertará, o que una de ellas apareciera por la puerta.
Tras varías horas, la puerta se abrió. Me levanté y Jasmine entró.
- Hola Justin ––dijo seria, sin mirarme. 
- Menos mal que llegaste, estará al despertar.
- ¿Seguro?
- Me lo dijo la doctora.
La cosa se había enfriado entre nosotros desde que me intentó echar y me resistí.
Yo no podía dejarla aquí, era el causante de su dolor y me quemaba que sufriera, me había matado haberla visto gritar y llorar. No era nada lo que le había pasado, había estado rabiando de dolor. Y más dolor sentiría después. Lo tenía asumido.
Nos sentamos cada uno en una esquina distinta de la habitación y centramos los ojos en ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario