miércoles, 1 de diciembre de 2010

Segundo EXTRA.

Lo primero que debía hacer era vigilar a Edward, tenía que identificar que tipo de persona era y con quiénes se rodeaba.
Para no insultar a la chica de tercero, le pedí a Mery que lo hiciera por mi.
Todas las semanas le llevaba a mi madre una especie de informe, pero nunca me decía nada.
Pasaron las semanas y empecé a pensar que mi madre se había olvidado de todo aquel disparate hasta que una semana Mery estuvo enferma y me tocó escribir un nuevo informe.
Edward solía pasar la mayor parte del día con su novia, y cuando no estaba con ella estaba con sus amigos jugando al baloncesto.
¿Cómo era su novia? La verdad, no recuerdo su nombre... pero era de ojos saltones, pelo castaño y muy nerviosa.
Intenté escribir con exactitud lo que había estado viendo durante aquel último mes.
<< Edward es impulsivo, le gusta el deporte. Sus amigos actúan también a lo loco, sin pensarlo dos veces. Su novia es imperativa, es animadora y es algo dominante. >
¿Qué más podía decir? Ya ni siquiera Edward me gustaba.
Llegué a casa del instituto, solté la maleta en mi habitación y fui al comedor a almorzar.
- Entrégame ahora cuando acabes lo de Ed, Bárbara ––me recordó mi madre como siempre.
- Claro mamá... ––contesté aburrida de siempre lo mismo.
Llevé los platos al fregadero y volví a mi habitación, busqué en la carpeta "el informe" y se dejé a mi madre en la mesa.
Volví a mi cuarto, recogí la ropa que me iba poner esa tarde y me metí en la ducha. 
Cuando me estaba secando el pelo mi madre llamó a la puerta.
- ¿Qué? ––pregunté apagando el secador.
- Esta tarde empezamos ––respondió ella. 
- ¿Empezamos el qué? ––pregunté confundida. ¿Me había perdido algo?
- Es hora de que te enseñé a ser más lista, más inteligente, más manipuladora y más sexy ––sonrió.
- Mamá... ya no me gusta Edward... ––suspiré.
- Lo sé, por eso empezaremos ahora.
- Pero ya no tiene sentido.
- Se lo encontrarás cuando aprendas.
- Yo...
- Prometiste hacerlo Bárbara.
Me quedé callada. Era cierto, lo había hecho.
- Ahora salgo mamá ––dije finalmente rindiéndome.
Mi madre salió y me quedé sola ante el espejo.
Por aquel entonces no me pintaba, no tenía ni el bigote ni las cejas depiladas y mi sonrisa era rara de ver...
Lo único que siempre me gustaron fueron mis ojos, aunque con ellos no solía marcar territorio.
¿Qué que es marcar territorio? Una de las cosas fundamentales que me enseñó mi madre fue a la manera de mirar, a cada persona debías de mirarle de distinta manera, siempre dependiendo de que significaba para ti y que le querías mostrar.
Salí del cuarto baño y me senté en el sofá, mi madre ya había montado la pizarra en el salón.
- Lo primero que vas aprender será a pensar ––dijo mi madre escribiendo un problema sobre que hacer con un chico en una situación que ya no recuerdo.
- Mamá yo ya sé pensar ––repuse suspirando.
- Piensas como una chica estúpida, es hora de que pienses como la persona que vas a ser.
Mi madre se tomó mi "aprendizaje" muy a pecho, todo aquel fin de semana me lo pasé "estudiando" distintos tipos de chicos, modos de comportamiento, y los problemas nunca acababan. 
El domingo, tocó el cambio de imagen. Mi madre me depiló las cejas y el bigote, y buscamos que tipo de ropa me hacían mejor figura. También buscamos los colores que más se ceñían a mi tipo de piel y me enseñó a maquillarme.
Aprendí cómo pensaban los chicos y cómo debía de anticiparme a ellos. 
Mi madre me dio instrucciones precisas; tenía que empezar derrumbando a los de alrededor de Ed.
Cuando llegué aquel lunes al instituto, todas las miradas se centraban en mi, y aunque estaba nerviosa, sentí como me gustaba aquello.

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