domingo, 28 de noviembre de 2010

Veintidós.

Jasmine sonrió grandiosamente.
- Hola Bárbara ––me saludó Alice moviendo a su vez la mano.
- Hola Alice, no sabía que estabas por aquí ––sino fuera bonita, me hubiera asustado.
- Siento ser tan silenciosa ––se disculpó.
- Alice llegó esta mañana para ayudarte un poco con tu adaptación el zona, pero como no estabas se quedó a tu espera ––explicó Jasmine.
- Muy amable por tu parte Alice ––le agradecí el gesto.
- Si quieres puedo hacerlo ahora. 
Me quedé callada en duda, ¿qué mas me daba?
- Claro, me encantará que me ayudes, ando aún perdida ––le sonreí.
Alice asintió y subió las pocas escaleras que yo llevaba subida, permaneció a mi espera. Yo seguía perdida mirando a la nada.
¿Qué me pasaba? No estaba segura, pero me quedé atontada durante varios segundos.
- ¿Subimos? ––me preguntó Alice.
- ¿Eh? ––desperté, sí así se le puede llamar. 
Alice me miraba atónita, su rostro reflejaba asombro. ¿Asombro de qué?
- Claro, subamos ––dije saliendo de mi mundo.
Ascendimos por las escaleras, debería de haber supuesto que Alice ya conocía mi habitación de antes, ella fue por delante de mí, hasta se sentó en mi cama cuando yo cerré la puerta.
El silencio no era tan incómodo como solía ser con otras personas.
Abrí el armario-habitación, aún no podía dejar de asombrarme la cantidad de prenda que había en su interior. Entré y rebusqué algo normal que ponerme, pero no recordaba donde encontré los vaqueros el último día.
- ¿Necesitas ayuda? ––me preguntó Alice desde afuera.
- ¿Sabes dónde podría encontrar algo no tan oneroso de ver? ––por más que mirará a mi alrededor todo era caro.
- Todo es igual de gravoso, pero a la derecha están los más sencillos ––respondió.
¿Cuál era mi derecha? Mi cabeza hoy no iba especialmente rápida, estaba torpe.
- ¿Puedes echarme una mano? ––le pregunté mientras me rendía.
- Claro ––repuso. Entró a la habitación con una sonrisa, ¿era la chica de la sonrisa acaso?
- Gracias ––reconozco que desde el principio fue muy grata conmigo.
- No hay que darlas ––dijo, comenzó a andar, si encontró la derecha. 
- Pilla lo que más creas que me convengas... Te espero afuera, esto no es lo mío ––salí y la dejé escoger. No es que no fuera exactamente lo mío, mi madre me enseñó que prendas me quedaban mejor, pero odiaba ir tan lenta.
¿Qué le estaba pasando a mi cabeza? Todo iba diferente.
- Creo que esto te quedará genial ––Alice salió y cerró las puertas del almario. Su sonrisa ahora era más exquisita.
Me levanté de la cama y las cogí.
- Gracias ––volví a agradecerle.
- Vístete ––dijo sacando la lengua.
Unos pantalones vaqueros rasgados, un chaleco blanco de tirantas y uno caído azul cielo. Unos tacones blancos y un poco de brillo. 
¿Cuánto tarde en vestirme? Nada comparado con lo que hubiera tardado si hubiera estado sola. 
Me giré para mirar a Alice que, por primera vez, no estaba sonriendo.
- ¿Qué ocurre? ––pregunté mientras me sentaba a su lado en la cama.
- No sé si debería... ––musitó ella escondiendo la cara entre las manos, un acto de desesperación.
- Puedes contar conmigo ––le sonreí.
- Llevo cerca de seis meses detrás de Justin y nunca he conseguido que me prestará tanta atención como a ti en cuatro días... Él cuenta conmigo como si fuera solo una amiga, contigo es distinto, te mira fascinado, esta cautivo por ti... No te sientas mal, yo también me quedé arrobada cuando te vi. 
- Yo, no soy tan especial ––era cierto, nunca me he creído más que nadie, solo que cuando me proponía algo, siempre lo conseguía.
- No es solo tu rostro, tienes algo en la mirada... Tu esencia, el solo estar... Es magnífico ––puso una de sus manos sobre las mías, ya empezaba a sentirme peor porque no se me ocurría nada, ni una palabra con la que dirigir la conversación para cualquier otro tema.
Silencio, un largo silencio entre las dos.
- Solo deseo que sepas valorarlo. Él es distinto ––musitó.
- Él es especial.. ––recordé su mirada, algo me hizo temblar.
Debía controlar mis emociones, pero cualquier cosa que me hiciera pensar en él me desequilibraba.
Sabía perfectamente que debía irme, desaparecer, pero no quería. Por primera vez en mi vida, el querer pudo más que el deber.
Aquel era el comienzo de mi pérdida, aún asín siempre será la perdición más dulce que jamás habrá.
- ¿Vamos? ––preguntó levantándose de un salto.
- Claro ––me levanté lentamente y la abracé.
- No eres tan mala como imaginé que serías ––se burló.
- ¿Sabes? Eres mi primer mejor amiga después de la separación que tengo con mi madre ––sonreí.
- ¿Tu mejor amiga? 
- Sé que puedo confiar en ti, lo he sentido.
- Eres maravillosa.
Ojala lo hubiera sido, ella estaba tan ciega que ni vio lo que se le venía encima.
Bajamos las escaleras y buscamos a Jasmine. La encontramos con Mushú, su gato persa blanco.
¿Creéis que me gustan los gatitos? Os equivocáis.
Los únicos animales que me gustan son los perros, y no los pequeños, los pitbull, los husky siberiano... Si esa clase de perros, grandes y socarrones siempre han sido mi perdición.
Ni me acerqué a Mushú, Jasmine lo bajó de la encimera y salimos.
Entramos al auto de Alice y ella condujo hasta la casa de Ryan, la casa que apenas divisé la noche de los premios.
Bajé del coche y la observé, si aquella noche la vi tan inmensa en la oscuridad, ahora era descomunal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario