miércoles, 24 de noviembre de 2010

Dieciocho.

- Siento ansias ––respondió.
- ¿Qué ansias? ––le pregunte recobrando el aliento.
Su cuerpo estaba de pie, el mío sentado. Pocos centímetros nos separaban y sus manos aferraban las mías con suavidad.
Y en mi situación, ¿quién podría conspirar algo?
Yo si que lo hice, en aquel minuto de silencio tenso entre ambos, mi mente fue abriéndose y encontró un punto clave para todo esto; víbora.
Muchas serpientes usan el veneno para inmovilizar a sus presas.
Primero debía rondar a la presa y luego morderle, inyectando en él el veneno.
Un veneno que no le daría escapatoria de mi.
- De ti ––respondió al fin, su cuerpo se doblo y me tiró a la cama. Echado sobre mí, intenté verlo todo desde afuera. Me imaginé la escena mientras le miraba a los ojos, me pareció la cosa más amena, preciosa, hermosa y perfecta que jamás pudiera haber pensado.
Su cara se acercó aún más a la mía, y sus labios rozaron a los míos, su lengua acariciaba la mía, mi estómago sintió un cosquilleo amigable, dulce y que me dejó pasmada.
Justin se cohibió y se retiró lentamente de mí aunque no quitó su cuerpo y siguió sobre el mío.
Permutamos una mirada, larga e intensa.
No sabría cómo explicar exactamente como me sentí, debía reanudar el juego pero mi cabeza no reaccionaba, mi mente había estancado. Algo que nunca antes había sentido se había despertado en mí, que lástima que fuera tan estúpida cómo para no darme cuenta de todo por entonces.
Justin exhaló, teniéndolo tan cerca cada gesto, movimiento, o el simple respirar me parecían maravillosos de él. Él me fascinaba, me tenía aturdida.
Su mirada se concentró aún más.
- Me gusta esto ––susurró.
- ¿El qué? ––le pregunté mirando por encima de su hombro.
- Percatar tu estímulo ––respondió, volví la vista a su ser, aunque la fijé en su boca.
- ¿Quizás te estoy incitando? ––le pregunté.
- Nunca haré nada de lo que me pueda arrepentir ––respondió.
- ¿Te arrepentirías de que dejáramos que estoy continuará? 
- No, pero doy por hecho de que esto no es lo que tienes ideado.
- ¿Qué crees que he planeado entonces?
- Seguirme el juego hasta que lo veas suficiente.
- Creí que era yo la que manejaba el juego.
- Ahora no.
- ¿Qué te hace estar tan seguro?
- Que cuando hago esto ––sus labios buscaron los míos con precisión, luego volvió a separarse de mí––. Te desorientas.
- ¿Y si te digo que sigo con la misma idea en la cabeza?
- Te respondería que mientes, conozco tus formas, aunque no te lo creas.
- No tan bien cómo tú crees.
- Cierto, pero más de lo que tú piensas.
Su juego no era tan diferente al mío, él buscaba desorientarme y encontrar mi punto flaco. Yo le había encontrado el suyo y creí que era yo la que jugaba con él, hasta aquel entonces. De cualquier modo, siempre tenía mis soluciones.
- ¿Qué tal si me dejas dormir? ––le miré exageradamente agotada.
- Deberías practicar más, de actriz te costaría mucho trabajar ––repuso levantándose de mi.
- Gracias por la sugerencia, lo tomaré en cuenta.
Me sonrió, su sonrisa era de lo más agradable y tentadora.
¿Cómo podía parecer tan inocente y ser a la vez tan astuto?
Me estiré.
- ¿Dónde vas a dormir? ––pregunté.
- En la cama. 
- ¿En esta cama? 
- Por supuesto.
- Oh no, no. Tú a otro lugar, no pienso compartir mi cama contigo.
- En primer lugar, es mi cama no la tuya, y en segundo lugar no hay nada más en el hotel ––¿convicción? No podía decirle que no, llevaba razón.
Quité las sabanas y me acosté en la cama, me tapé con ellas y miré a Justin que empezó a reírse.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? ––le pregunté irónicamente.
- ¿Piensas acostarte con la ropa y zapatos puesto? ––contestó levantando una ceja.
- ¿Qué esperabas, qué me lo quitará todo? 
- Pensé que querrías al menos un pijama.
- Ah, bueno pues déjame uno.
- Así no se piden las cosas ––repuso él.
- Genial, déjame un pijama por favor Bieber ––"Le pedí".
- Enseguida se lo traigo Swaith.
- No me digas así, odio que no me tuteen ––increpé.
- Pues no me lo hagas tú, no soy Bieber. Soy Justin. 
- Esta bien, Justin. Tráeme un pijama por favor. 
Justin rió y se fue a una de las puertas, centro al servicio y salió con un pijama en las manos. Lo dejó en la cama y me miró especulando.
- ¿Qué? ––le pregunté irritada.
- ¿A qué esperar para ir a cambiarte?
Me levanté, cogí el pijama y entré al cuarto de baño, cerrando la puerta brutalmente.
Y si dijera que este enfado tonto hacía que me interés por Justin creciera, ¿me creeríais?
Mientras me quitaba la ropa, me deshacía las coletas y me vestía con su pijama ––que, por cierto me quedaba grande por todos lados–– pensé en que fácil me era estar todo el día pensando en planes con Bieber, Just.
Las dos coletas me habían desecho el pelo por la parte baja y me tuve que mojar el flequillo para que no se viera tan mal después de haber estado durante todo el día echado para atrás.
Salí del cuarto baño y Just ya estaba en la cama, pensé en decirle que se pusiera sobre las sabanas, pero realmente no quería por lo que entré en la cama sin mediar palabra.
Just se giró para mirarme.
- No me has enseñado como te queda ––comentó.
- ¿Para quieres ver cómo me queda un pijama? ––le pregunté extrañada.
- Déjame vértelo ––pidió.
- Esta bien ––resoplé.
Me levanté de la cama, dejando mi hueco vacío que ya estaba calentito y me puse a cuatro pasos de la cama. Just sonrió.
- Estás preciosa ––dijo.
- Seguro ––me acerqué otra vez y me remetí entre las mantas.
Su mano y la mía tropezaron entre las sábanas.

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