viernes, 29 de octubre de 2010

Tres.

Todo en aquella casa me parecía majestuoso, las escaleras de roble blanco de tres partes, las paredes, los cuadros, las flores, los marcos de las puerta... Aquello para mí era cómo una especie de castillo y yo acababa de llegar para ser la princesa.
Vi a la misma criada que había asomado la cabeza para llamarme e invitarme a entrar en mi nuevo hogar, sin más demora la seguí mirando al suelo avergonzada. ¿Por qué estaba avergonzada? No lo sabía muy bien, pero era tan diferente que me costaba mucho no sentirme incómoda.
- Oh, que grande está Austin 
––una voz un tanto aguda habló en un tono bastante alto, como para que todos los presentes en aquel lugar la escucharan.

- Bárbara, que bonita te veo. Ven, acércate hija ––mi padre me llamó, alcé los ojos para verle. La misma chica que había visto en los vídeos horas antes estaba allí, junto a una mujer rubia de bote con uñas postizas y bastante maquillada, y mi padre. Tres hombres, que supuse que serían los criados, y dos mujeres más estaban tras el sofá mirándome también.
Avancé tres pasos y me quedé a uno de ellos, mi hermanastra sonrió con verdaderas ganas.
- Bárbara, te presentó a tu madre Jessi y a tu nueva hermana Jasmine 
––Austin habló con calma y agarró la mano de la mujer rubia.

- Será a mi madrastra y a mi hermanastra. Mi madre está en cárcel permanente señor ––dije un poco enfadada, no era capaz de decirle "papá", ya que para mí nunca lo había sido.
- En cualquier caso... ––comenzó a decir pero Jasmine le interrumpió.
- Oh, hola... Soy Jasmine, eres preciosa Bárbara ––mi hermanastra se levantó del sofá de un pequeño y ágil salto y me acunó entre sus brazos. La sangre que solía correr por mis venas se congeló por segundos, hasta que ella se separó y me miró a los ojos.–– Oh, son verdes... ¿o azules?... Umm ¡me gustan! ––creo que ese comentario fue sobre el color de mis ojos.
- ¿Gracias? ––pregunté un poco confundida.
- Mamá, papá... ¿Podría llevar esta tarde a mi hermana al centro comercial? No creo que se haya traído mucha ropa desde Dallas ––Jasmine había formado mi presentación a mi nueva familia a una conversación aparentemente normal, podría decirse a una conversación que se tuviera más a menudo.
- Claro Jasmine, podrás llevarte más tarde a Bárbara a enseñarle la ciudad ––repuso mi madrastra. Ambas intercambiaron una corta mirada.
- Bueno, ahora es hora de que la lleves a su habitación Jas ––todos miramos a mi padre... ¿mi habitación?, ¿es qué no tendría que compartirla?.
- Claro papá ––respondió Jasmine con una gran sonrisa. Su mano atrapó a la mía y empezó a andar cogida de la mano, no me quedó otra que seguirla.
- ¿Cuántos años tienes Jasmine? ––le pregunté cuándo subíamos las escaleras.
- Tengo dieciséis ––respondió subiendo otro escalón–– ¿y tú, Bárbara?
- También cumplí dieciséis ––se dio la vuelta y me observó detenidamente.
- Eres demasiado bonita para ir con esa sudadera ––dijo frunciendo el ceño–– te pegan más los colores claros, el negro es más estricto visto el tono claro de tu piel, podrías probar con un azul eléctrico quizás.
¿Me estaba dando un punto de vista sobre los tonos que pegaban con mi piel?
- ¿Qué? 
––pregunté un tanto acareada.

- Mañana tengo una recogida de premios, mi hermana tendrá que acompañarme... ¿No crees? ––respondió su mano apretujó la mía suavemente, como si tuviera unas ganas que la reconcomía por dentro.
- Esto, claro me encantará ––repuse abrumada. Acababa de llegar y sólo me habían pasado cosas del ensueño, cosas que nunca me hubiera imaginado realizándolas.
Cogimos la segunda parte de las escaleras a la izquierda, al llegar a la planta había dos pasillos largos decorados con infinitos adornos que parecían bastante caros, cogimos a la derecha y llegamos al final, se paró frente la puerta y respiró hondo.
- ¿Preparada? 
––preguntó con un brillo de voz hermoso.

- Adelante ––respondí ilusionada. La puerta se abrió y Jasmine entró, yo la seguí con los ojos cerrados.
Escuché el golpe de la puerta al cerrarse abrí los ojos y mi corazón comenzó a latir con fuerza.
- ¿Te gusta? 
––preguntó sonriendo.

- ¿Esto es mi habitación? ––pregunté maravillada conteniendo el aliento, giré sobre mí para observarlo todo mejor.
- Es la habitación más pequeña, antes la usaba para guardar los trastos viejo... ––respondió, ¿aquello era lo más pequeño? Pero si dónde yo había estado viviendo toda mi vida sería la mitad de aquella habitación.
Una cama con sábanas turquesas y blancas ocupaba un rincón de la habitación, todo era de distintos azules, y las paredes celestes. Los muebles eran blancos y azul cielo, había más libros en una estantería, más libros de los que había habido en mi instituto de Dallas.
Me había olvidado de respirar completamente, por lo que empezaba a asfixiarme.
- Ven, te enseñaré el baño 
––Jasmine me tiró de la mano, respiré después de varios minutos conteniendo el aliento.

Abrió una puerta que había al fondo de la derecha de la habitación, entramos y otro gran espacio de habitación me hizo tambalear... ¿Cómo podía haber algo así?
- ¿Esto es un castillo? 
––pregunté asombrada, asustada, y algo... conmovida.

- No, es una casa normal ––respondió riéndose.
- Esto es algo totalmente fuera de lugar en mi vida ––musité saliendo del cuarto de baño.
- Te acostumbrarás ––afirmó cerrando la puerta.
- No creo que haya algo a lo que acostumbrase con estas cosas ––repuse intentando dejar de estar tan amolada.
- Ya verás como te acostumbrarás dentro de poco ––aseguró, no la creí en ese momento, pero puedo afirmar que llevaba la razón. Me senté en la cama exhausta y clavé mi mirada en ella. Sonrió, ladeó la cabeza y musitó:

- Ahora... es la hora de que vayamos de compras.

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